rocovaral Giles Le Coste

Robert y Katya dos adolescentes que pertenecen al sistema de acogida, abandonados a su suerte por circunstancias de la vida, tendrán que enfrentarse a un dilema cuando su única opción es escapar del país en búsqueda de su libertad y quizá de algo más que ni siquiera ellos mismos esperaban. Historia concursante del #Songteen de la categoría de drama.


Kurzgeschichten Nur für über 18-Jährige.

#songteen #drama #teen #criminal #amor #arma #maltrato #sistemadeacogida #policia #juicio #carcel
Kurzgeschichte
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555 ABRUFE
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Enamorada de un criminal

Robert ocultó con una camisa de manga larga los moretones azul casi negros como la noche que Randy le había propiciado la noche anterior al parecer se había interpuesto en su camino hacia su décima cerveza del día y ya en estado de embriaguez le había propiciado la paliza de su vida, él intentó defenderse pero Randy siempre era más listo al coger a uno de los niños pequeños que como él habían entrado a esta casa de locos directamente desde el sistema de acogida, y no tuvo otro remedio que dejarse pegar a fin de evitar que esa paliza que le daría fuera a parar a uno de los niños pequeños de la casa, los cuales aterrados lloraban desconsoladamente, lo más silenciosos que podían a fin de evitar represalias, desde su habitación al escuchar cada golpe, cada grito de dolor y cada carcajada maliciosa de Randy quien descargaba toda la rabia que sentía de su triste y vacía vida contra estos niños, los cuales habían jurado proteger, y querer como si fueran suyos pero tanto Randy como Louise no ejercían de padres, ni siquiera eran padres ausentes.


Eran personas que los veían como cheques de dinero y comida para poder aprovecharse de ellos, no eran más que juguetes rotos, niños tristes que fueron masacrados en el sistema de acogida y luego escupidos al primero que se hiciera cargo de ellos, sin ni siquiera mirar por su bienestar, había demasiados niños como ellos, sin padres, padres drogadictos, niños abandonados o con problemas que necesitaban amor y compresión de una buena familia, pero muy pocas querían hacerse cargo de unos niños que no eran suyos y que no podían adoptar como suyos, y por eso el sistema fallaba tanto ofreciendo a los niños a cualquier persona como si fueran caramelos, sin preocuparse por que fueran masacrados por padres como Randy y Louise.


Al día siguiente, Randy anunció que una nueva hermana llamada Katya iba a vivir con ellos, o más bien dicho otro cheque que se podrían gastar en bebida al bar de la esquina, observo a la chica de dieciséis años, de cabello rubio sucio y sus grandes ojos azules de bebe que se encontraba enfrente de él, parecía perdida sin saber muy bien que hacer, ni donde estaba. Robert sintió pena por ella, era el mayor del grupo y con diecisiete años, ejercía de padre de los cuatro niños, ahora cinco que vivían con los Murray, su familia de acogida, él ya llevaba casi seis años con esta familia y sabia como Randy la miraba de manera lasciva y sucia, él sabía que eso significaba problemas, normalmente los niños que habían adquirido eran muy pequeños, pero por primera vez habían escogido a una adolescente, casi una mujer o así parecía su cuerpo. Robert se acercó disimuladamente a Katya y le susurró al oído mientras pasaba.


—Ten cuidado, nunca debes quedarte sola en esta casa, pasa el día en la calle y solamente vuelve para dormir.


Y durante días no hablaron, ella había cumplido con la advertencia que le ofreció Robert, sinceramente tanto Randy como Louise le daban miedo, había visto como discutían, como se dirigían a ellos, y lo que más le aterraba era las miradas que Randy le ofrecía cada vez que podía, como sus manos siempre la tocaban, algunas veces en el hombro, otras en su cintura, pero siempre parecían tocamientos inocentes de pasada, pero algo en ella le indicaba que eso no estaba bien, que era extraño y que era algo siniestro.


Pero cuando había pasado un mes desde su llegada a esta casa, se produjo el fatídico día, un día mientras pasaba el tiempo recorriendo las calles de su barrio empezó a llover, era una típica tormenta de final de verano, haciendo que se formaran charcos con barro que la empaparon desde los pies hacia la altura de la rodilla, unos cuantos coches furiosos con exceso de velocidad pasaron sobre los charcos haciendo saltar el agua que acabo por empapar el pelo, la cara y la ropa de Katya quien corrió vigilando con no tropezar en la acera dirigiéndose a su casa para cambiarse y quitarse la ropa húmeda que ya empezaba a mojar su piel.


Llego a su casa dejando un rastro de agua tras de sí, rápidamente miro abajo viendo que había dejado una huella en la alfombra que cubría todo el salón, se quitó rápidamente los zapatos cogiendo el primer trapo que encontró en la mesa y se puso a frotarlo contra la alfombra con la esperanza de que se fuera pronto o de lo contrario tendría problemas, puesto que por cosas más insignificantes había oído los gritos y escuchado las bofetadas que los Murray daban a unos pobres niños en especial a Robert.


Y aun recordaba las palabras que le había mencionado el primer día de llegar a esta casa, nunca te quedes sola, inspeccionó rápidamente el lugar y parecía que no había nadie, quizá todos se habrían ido, los niños a buscar comida por algún basurero o alberge y Randy y Louise estarían gastándose la paga de la seguridad social en bebida hasta desfallecer, así que decidió aprovechar el tiempo a solas para darse una ducha y quitarse la humedad del cuerpo.


Cuando entró en la ducha desnuda y pudo abrir el agua, sintiendo el agua caliente entrar en contacto con su piel, sintiendo el calor que las pequeñas gotitas de agua le ofrecían recuperando su temperatura, hicieron que por un momento Katya recordara los buenos tiempos, cuando aún tenía unos padres que la querían y se lo demostraban cada día hasta el fatídico día de su accidente de coche, por un momento el corazón de Katya volvió a llenarse de calor y de alegría ante el recuerdo que experimentaba en ese momento.


Pero todo eso cambió cuando notó un fuerte ruido estridente de la puerta principal de la casa anunciando que alguien había entrado en casa, sobresaltándola cerró el agua inmediatamente, saliendo instintivamente de la ducha agarrando una toalla atándosela al cuerpo, cuando de repente, sintió unos casos que se aproximaban, oyó algún ruido de golpes contra la pared, sospechó que era Randy quien borracho del bar había llegado dando tumbos tropezándose y tambaleándose con todo aquello que encontraba a su paso por la casa.


Randy se aproximó a Katya con cada paso que daba la chica retrocedía un paso hasta que finalmente acabó golpeándose a sí misma contra la pared, como un ciervo atrapado por los faros se quedó inmóvil demasiado asustada para moverse, pero él la acorralo, la cogió por el brazo y la tiró sobre el sofá sucio y roñoso del salón.


—Ven a acostarte como una buena perra –el susurro haciéndola temblar tanto como su cuerpo le permitía con las lágrimas saliendo a flor de piel.


—No, no me hagas esto por favor –suplico Katya con la voz entrecortada por la impresión y el terror que sentía y los ojos nublosos por las lágrimas que ahora invadían su rostro.


Pero sus suplicas fueron ignoradas, y su mano rozó su muslo con dureza agarrándolo y palpando cada centímetro de su piel mientras con la otra mano le aplastaba la boca para evitar que ella pudiera hacer el más mínimo ruido que despertara a su esposa o a alguien de la casa.


—Como hagas un ruido te cortaré la garganta –dijo el mientras agarraba un cuchillo de un plato con comida que había quedado del día anterior.


Y ella hizo caso, tenía miedo sabía que no era una buena idea gritar si quería seguir viva, quizá si hacía caso, él se apiadaría de ella y la dejaría en paz o quizá simplemente el terror del momento le impedía pensar con claridad y moverse, gritar o hacer cualquier cosa para zafarse de su agresor.


Intentó arrancarle la toalla que cubría su cuerpo, ella se resistió tratando de cubrirse aunque era inútil, puesto que él la inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza con una mano mientras que con la otra tocaba descaradamente sus pechos, los cuales aún emanaban gotas de agua de la ducha que se había dado. Katya dejo escapar un gemido de dolor no podía creerse que esto le estuviera pasando.


—Por fin una autentica mujer en esta casa –dijo él mientras empezaba a desabrocharse los pantalones haciendo que los ojos de Katya se agrandaran por el pánico del momento.


—No, por favor, no diré nada –suplico ella una vez más desesperada porque veía que sus suplicas se irían con el viento iba a ser violada.


Entró dentro de ella de un solo golpe con su mano callosa agarro su cadera dolorosamente mientras que con la otra recorría de arriba abajo su cuerpo alternándose. Katya solo pudo cerrar los ojos deseando que su mente abandonara su cuerpo que fuera nada más que una pesadilla que terminará pronto, su peor pesadilla iba a suceder en pocos segundos y ella no podía hacer nada.


Entonces de repente, oyó el tintineo de unas llaves que abrían la puerta aprovechando la ocasión, ella dejó escapar un grito fuerte a fin de alertar a la persona que entrara por la puerta. No podía ver quien era pues el cuerpo de Randy la invadía por completo limitándole la visión por completo. De repente, oyó un golpe seco y algo rojo cayó en su rostro, tardó unos segundos en darse cuenta que era sangre, y otro segundo más para saber que esa sangre no era suya.


De repente, se sintió liberada al ver a Randy siendo empujado lejos de ella cayendo en el suelo, con los ojos empapados por la sangre miró hacia arriba para encontrarse con los ojos marrones de Robert, quien la miraba con lástima y desprecio haciéndola sentir sucia y quizá culpable por haber sido tan estúpida de no haber hecho caso y dejarse utilizar de esta manera como un juguete roto.


—Tenemos que irnos, ahora rápido –ordenó Robert mientras la agarraba por las rodillas poniéndola de pie dándole la mano estirándola hacia la puerta.


Ni siquiera pudo reaccionar, pero su cuerpo ahora fuera de sí de su mente solo pudo obedecerle, sabiendo que de alguna manera, la había salvado y necesitaba escapar de esta casa. Pero de repente, unos gritos y unos pasos furiosos la despertaron de su shock inicial atrayendo su mirada hacia la escalera principal donde se encontraba Louise, la cual tenía un revolver en la mano apuntándoles directamente.


— ¡Qué demonios habéis hecho que es…! —pero sus gritos fueron interrumpidos al ver a Randy tendido al suelo haciéndola correr instintivamente a su lado.


Sin poder reaccionar, sintió que Robert la estiraba hacia la puerta principal pero ella se quedó quieta no podía moverse, durante este rato que a ella le habían parecido horas pero seguramente solo hubieran sido segundos ni siquiera se había parado a pensar que Randy estaba muerto, que Robert lo había matado para defenderla. Y pese a que no sentía ninguna emoción de alguna manera sus pies se sentían de cemento impidiéndola moverse y más viendo a Louise apuntándoles con el revólver moviéndose rápidamente hacia su lado.


— ¡Malditos demonios qué coño habéis hecho, debería haberos matado cuando tuve la ocasión! –gritó Louise apuntando directamente a la cabeza de Robert.


— ¡El asqueroso de tu marido la ha violado!, ¿y tú solo te preocupas de esa escoria tendida en el suelo?, aunque viéndote eres exactamente igual que él, siempre lo has sido –le espetó Robert con una sonrisa burlona que siempre sacaba de sus casillas a Louise y Randy habiéndole alguna paliza anteriormente.


Y pese a su situación Katya oyó el tintineo del revolver indicando que Louise había quitado el seguro del revólver y que su muerte era inminente, algo dentro de ella se apoderó la rabia de estos días de ver como los habían maltratado a cada uno de los niños que estaban en la casa, de ver como ellos vivían como marqueses y ellos tenían que dormir en camas con polillas, en habitaciones mugrosas con humedades, en sofás cochambrosos, comiendo aquello que podían robar o que Robert les traía de dudosa procedencia, estaba harta, estaba furiosa, estaba cansada, estaba enfadada y ya no podía más.


Y sin darse cuenta había empujado con todas sus fuerzas a Louise haciéndola tropezar con la alfombra dándose un golpe secó con el borde de la televisión quedándose tendida e inmóvil en el suelo como anteriormente había hecho Randy. Entumecida otra vez por la situación no noto como Robert la agarraba por la cintura y la sacaba fuera de casa, tampoco notó como la metía en el asiento delantero del coche de Randy, le ponía el cinturón y escapaba del barrio lo más rápido que el coche mal cuidado y viejo de Randy les permitía escapar.


Ella ni siquiera se dio cuenta de la velocidad que el vehículo estaba adquiriendo, ni siquiera el agarre en la curva de la carretera le hizo reaccionar hasta que finalmente, él empezó la conversación con un simple.


— ¿Estás bien? —preguntó él mientras por un momento la miraba perdiendo la vista de la carretera.


Y en ese preciso instante, ella sintió que el cuerpo que tan rígido se había puesto durante todo este tiempo podía relajarse, y empezó a llorar y a sollozar furiosamente sintiendo el peso del mundo caer bajo sus pies, o quizá simplemente había entendido o más bien dicho, había despertado de su shock y era consciente de lo que le había pasado en esa casa, la agresión, la sangre de Randy cayéndose en su rostro, los gritos de Louise, el empuje que le había propiciado y su posterior huida y ante ese batiburrillo de sentimientos encontrados solamente pudo pronunciar una pregunta.


— ¿Crees que he matado a Louise? –dijo ella con los ojos llorosos mirando al frente sin ver realmente nada simplemente se concentraba en un punto fijo.


—Tú ahora no te preocupes de eso, ahora tenemos que encontrar un lugar seguro y curarte las heridas.


De repente, pararon en lo que parecía un motel de poca categoría, a ella le costó entender que era allí donde pasarían la noche, así que salió del coche con cautela y entraron en el establecimiento.


— ¿En qué puedo ayudarles? –pregunto una staff del motel que continuamente hacia sonidos desagradables con un chicle.


—Una habitación para dos días –dijo Robert mientras sacaba veinte dólares y los ponía al mostrador.


— ¿A nombre de quién? –prosiguió la staff mientras seguía haciendo bolas de chicle.


—Del señor Smith –dijo él mientras sacaba otro billete y disimuladamente lo ponía delante de la staff.


—Aquí tiene señor Smith –dijo ella sin ni siquiera inmutarse parecía que era el procedimiento habitual en ese lugar.


Finalmente, llegaron a su habitación, no era gran cosa, una oscura pintada de un color beige manchada con varios colores de lo que se suponía eran manchas de salsas, sangre y quizá otras sustancias indescriptibles, dos camas duras con unos muelles ruidosos que chirriaban ante el más mínimo movimiento, una televisión que parecía sacada de los noventa grande y anticuada situada sobre una mesita de madera algo añeja y complementada con una silla de madera, y finalmente un mini bar debajo de la mesita. De esos lujos y comodidades estarían disfrutando durante los próximos dos días, sin embargo, ninguno de los dos se quejaría de su situación puesto que, no es que estuvieran acostumbrados a tener nada mejor que eso, y el simple hecho de tener televisión para ellos e intimidad de una habitación a compartir ya era suficiente lujo para ellos.


—Tengo que salir, necesitaremos conseguir algo de dinero para salir del estado lo antes posible –dijo él poniéndose de pie – ¿pero antes estás bien?


—Sí, creo que sí, no me duele nada –respondió ella.


—Espérate un momento –dijo él saliendo de la habitación sin decir a donde iba.


De repente, Robert entró en la habitación con un botiquín de primeros auxilios, sorprendiéndola puesto que en ningún momento se había preocupado por sí misma, el trauma aun la mantenía en un estado de quietud como si su cabeza fuera un ordenador en pausa incapaz de pensar o de realizar ninguna acción coherente.


—Ve a la ducha, necesitarás quitarte ese olor a humo, te sentará bien –le ordenó Robert señalando al baño –de mientras te prepararé las curas.


Ella de manera automática fue al baño con un paso de zombi, se desnudó, y se puso bajo la ducha sintiendo el agua fría en su piel, ni siquiera le importaba, se enjabonó y volvió a presionar el botón del agua volviendo a sentir esta vez el agua que empezaba a calentarse a cada momento recorriendo su piel haciendo que su mente por un momento volviera viajar a su casa con los Murray y volviera a recordar toda la agresión.


De repente, oyó que la puerta del baño se abría, y la angustia invadió su cuerpo cayéndose contra la pared de la mampara acabando en cuclillas en el suelo de la ducha gritando a viva voz, sin poder controlarse.


Robert se aproximó a ella, se agacho para estar a su misma altura y la abrazó, pero ella empezó a arañarle y a gritar con más fuerza haciendo que el chico se sobresaltara y se retirará de su lado rápidamente, abandonando el baño, dejándola ahí en el suelo, sollozando y llorando en posición fetal.


Pasaron horas o al menos así se sintió para ella, cuando poco a poco se recuperó, cerro el agua, tomó una toalla y se secó con cura cada parte del cuerpo y finalmente se volvió a vestir antes de salir del baño y enfrentarte a Robert, el cual solo había intentado ayudarla y ella no había hecho más que alejado.


Ahí lo vio acostado sobre su cama roncando suavemente, miró el reloj y marcaban las doce de la noche indicándole que efectivamente habían pasado horas desde que se encerró en el baño, Robert parecía que había estado esperando su salida, haciendo guardia por si ella lo hubiera necesitado y eso conmovió el corazón de Katya, él era una de las pocas personas en su vida que le había mostrado cariño y preocupación por ella sin ninguna intención oculta. Observó la mesita donde habían depositados tres billetes de veinte dólares, que anteriormente no tenían, y abajo tirado en un rincón del suelo un bolso de mujer que ella no reconoció, aunque no necesitaba ninguna palabra de Robert para saber qué había pasado.


Muchas veces había visto a Robert irse a primera hora de la mañana y volver a la noche con comida y algunos billetes que ofrecía a los otros niños con los que compartía casa para que pudieran comprar comida puesto que los Murray quienes deberían alimentar a los niños que habían acogido a su casa, se negaban a hacerlo, Robert encontró en el robó una alternativa de la que podía sobrevivir.


No estaba bien, y ella notaba que él lo sabía, puesto que cada vez que entraba en la casa había en su mirada una tristeza o una melancolía de frustración o de arrepentimiento por su comportamiento, pero ellos vivían o más bien sobrevivían día a día en la periferia donde nadie se preocupaba por ellos y solamente ellos mismos podían salvarse del infierno en que habían sido arrojados por los servicios sociales.


Y ella estaba en la misma situación que él, dos almas solitarias y torturadas por las circunstancias de la vida, había estado sola durante mucho tiempo y ahora por el asqueroso de Randy, se habían unido, antes no había visto a Robert más que como un amigo pero ahora, un nuevo sentimiento había aflorado en Katya, un sentimiento de calidez que nunca antes había experimentado.


Y al ver a Robert durmiendo profundamente en su cama, Katya decidió que no quería estar sola esta noche, no después de lo que había pasado, así que se recostó al lado de Robert en su cama y lo abrazó por detrás mientras poco a poco cerraba los ojos y el sueño empezaba a invadirla.


A la mañana siguiente algunos rayos de sol se inmiscuyeron por las pequeñas ranuras de las persianas del motel anunciado que había empezado un nuevo día, haciendo que Katya se volteara sin darse cuenta que al estar en el borde de la cama abrazada a Robert caería de bruces al suelo tal y como pasó.


—Ay –se quejó Katya al notar el golpe contra el suelo despertándose de repente.


— ¿Estás bien? –pregunto él preocupado por el golpe que había sonado como un tiro en sus tímpanos.


—Sí, lamento haberte despertado –dijo ella sintiéndose avergonzada de verse en esta situación y además haber sido pillada en su cama.


No quería dormir sola esa noche y se suponía que ella se despertaría antes que él, regresando a su cama pero se había quedado dormida y él la había pillado in fraganti en su cama aunque no parecía importarle, claro que Robert casi nunca hablaba por lo que era difícil saber que pasaba por su mente.


—Tenemos que huir de aquí e intentar cruzar otro estado esta misma noche –dijo él mientras entraba en el baño y cerraba la puerta tras de sí para posteriormente oírse un sonido de agua corriente.


Al cabo de un rato, él salió de la ducha y ella no pudo evitar con la mirada recorrer todo su cuerpo aunque al cabo de un segundo al notar que él la miraba advirtiéndola que estaba notando su mirada observar su cuerpo, ella se sonrojó y bajo la mirada al suelo.


— ¿Dónde vamos a ir? –pregunto ella puesto que necesitaban un plan de huida y como estaban juntos en esto lo mejor sería participar los dos.


—Quizá Texas y luego bajar hasta México y de ahí ya a donde podamos ir, lo más lejos de U.S.A donde no nos puedan juzgar –razono él mientras ella asistía.


—Entonces deberíamos ir a Greenville que está a una hora de aquí, deberemos atracar una pequeña tienda y con ese dinero iremos a el Paso para conseguir alguna identidad falsa y cruzar la frontera –sentenció ella mientras él levantaba la ceja incrédulo ante sus palabras.


—Parece que lo llevabas estudiado desde hace tiempo.


Y era verdad, desde que había sido absorbida por el sistema de acogida después de la muerte de sus padres con diez años en un accidente de coche, Katya no había hecho nada más que idear planes para huir de cada familia desequilibrada, poco amorosa o simplemente pasota con la que le había tocado vivir.


—Algo así –dijo ella mientras agarraba sus cosas para irse.


— ¿Y cómo sabes de ese lugar donde hay tanto dinero? –pregunto él.


—Antes vivía en Greenville y trabaje en esa tienda, conozco al dueño y al vigilante de la tienda, solo hay un empleado porque simplemente es una tienda pequeña cuyo propietario casi siempre vive fuera del estado, no sacaremos mucho, pero quizá unos dos mil dólares que nos pueden ayudar a comprar los falsos pasaportes.


—Parece que tienes un plan, estoy dentro, ¿Cómo lo hacemos?


—Yo conozco al empleado de la tienda, lo distraeré y tu abres la caja, el código es 5874 aunque quizá lo habrán cambiado y deberás abrir la caja, y cuando lo tengas todo nos vamos lo más rápido que podamos –expuso ella mientras él la escuchaba atentamente — ¿Tienes un arma?


—Acaso piensas que me fui de casa de los Murray sin agarrar el revólver del viejo –dijo él con una sonrisa burlona y sarcástica enseñándole el revólver reluciente ante sus narices.


Y por un momento sus ojos se encontraron revelando sus verdaderos sentimientos, miedo, rabia y desesperación, ambos sabían que era un plan suicida pero no tenían otra opción, estaban luchando por su libertad. Ella se aproximó a la mesita de noche cogiendo los billetes, mientras él abría la puerta de la habitación y ambos salían de está recorriendo el enorme pasillo dirigidos hacia la salida principal mientras que por un momento ambos se fijaron en una familia feliz que nadaba alegremente en la piscina, y un sentimiento de tristeza y de celos sin sentido se apropió de ambos.


Pero no había tiempo para sentimentalismos, así que apresuradamente se subieron al coche y se dispusieron rumbo a la frontera con Oklahoma y luego a Texas. Al principio pasaron algo de miedo cuando de repente, un coche de policía apareció de la nada en la carretera casi desierta que amanecía a primera hora de la mañana, el policía encendió las luces de la sirena indicando que debían parar, ellos dudaron sobre qué hacer, pero decidieron parar.


—Buenos días, ¿Pasa algo oficial? –preguntó Robert mientras con la mano intentaba llegar a la guantera donde habían escondido el revólver.


—Normalmente, por esta carretera no pasa mucha gente ¿hacia dónde se dirigen? –preguntó el oficial con una mirada sospechosa al ver a dos jóvenes en una carretera secundaria.


—Nos hemos perdido, nos dirigíamos a casa de mi madre en Oklahoma City, nosotros vivimos en Michigan y hemos ido dando vueltas y hemos acabado aquí —mintió Katya mientras la mirada fija del policía se relajaba.


—Tendríais que haber conducido por la carretera principal y luego ir hacia la autovía, supongo que ahora tendréis que seguir todo recto hacia la frontera y luego tomar una autopista directa a Oklahoma o dar la vuelta.


—Mejor, iremos hacia la autopista, no queremos quebrantar la ley –dijo Robert señalando la señal que prohibía regresar o cambiar de carril.


—Muy inteligente, señor, que tengan buen viaje –rio el oficial mientras regresaba a su coche ofreciendo un alivio instantáneo a Katya y Robert.


Pasaron unos segundos hasta que Katya rompió el silencio imperante en el coche desde que habían visto aparecer al oficial y sin previo aviso explotó.


— ¿Qué pensabas hacer con la mano en la guantera Robert? –pregunto ella claramente enfadada por toda la situación. –Vamos dímelo.


—Lo necesario para sobrevivir –contestó él sin darle mucha importancia.


—Ah sí, matarnos a todos a tiros, o quedar presos durante dios sabe cuántos años eso es hacer “lo necesario para sobrevivir” –dijo ella levantando los dedos haciendo comillas cuando repetía sus propias palabras en un tono irónico.


— ¿Tienes una idea mejor? –pregunto el con mala cara y un tono evidentemente rabioso. –Porque no te veo dando ideas.


—Yo he ideado un plan, ¡Qué has hecho tú! –grito ella moviendo los brazos de manera aleatoria.


— ¡Salvarte de ser violada por ese cerdo! –grito él con el mismo tono alterado haciendo que ella parara de moverse de repente.


Ella permaneció inmóvil unos segundos sin decir nada crispando los nervios de Robert, el cual también estaba en silencio esperando la respuesta de Katya.


—Para el coche –dijo ella en un tono suave y con mucha calma.


—No voy a parar en medio de la carretera en mitad de la nada.


—Para el coche –volvió a repetir ella un poco más fuerte está vez.


—No, pararé el coche en una carretera desierta con la policía rondando cada dos por tres.


— ¡Para el maldito coche! –grito ella haciendo que él perdiera momentáneamente el control del coche parando en seco.


Al principio Robert estaba aturdido y se quedó un segundo en sus propios pensamientos, hasta que el ruido de la puerta del copiloto cerrándose lo despertó de su ensueño y acto seguido le hizo reaccionar bajándose también del coche.


— ¿A dónde vas? –pregunto él viendo como ella se alejaba cada vez más. –Espera.


Y corrió tas ella y en unos pocos pasos, puesto que él era más alto que ella y podía correr más veloz la atrapó, agarrándola por los hombros haciendo que ella tuviera que mirarlo.


—No seré un caso de caridad –afirmó ella rotundamente negándose a mirarlo a los ojos quedando por un momento en silencio medio abrazados hasta que prosiguió. –Ya estoy cansada de ser una carga para todos.


—No eres una carga –dijo el mientras levemente le levantaba el rostro obligándola de una vez por todas a mirarle a los ojos. –No para mí.


—Soy una carga para ti, para el Estado e incluso para mí misma, Robert, estoy tan cansada de no encontrar mi lugar, de siempre ir entre bambalinas con temor a estar en el lugar incorrecto, con la gente menos oportuna –dijo ella con una voz que pertenecía a una persona derrotada alguien quien había llegado al final de sus fuerzas.


—No estás sola en esto, me tienes a mí, ¿crees que yo no he sentido lo mismo? –pregunto él llamando su atención. –Crees que no sé cómo se siente estar solo y sentirse solo en medio de un montón de gente.


—Supongo que sí, que tu mejor que nadie puede comprenderme, pero ese no es el problema Robert, es que estoy rota, ya no me queda nada para dar lo poco que tenía me lo arrebataron los Murray –dijo ella ahora llorando y sollozando levemente contra la camisa del chico.


—Todo irá bien, estamos juntos en esto ya no estarás más sola –dijo el acariciándole la cabeza intentando tranquilizarla.


—Y cómo sé que no mientes Robert, muchos han hecho esa promesa, he estado en tantas casas de acogida y he escuchado esas mismas palabras por boca de psicólogos, padres, amigos, asistentes sociales, pero sabes qué que al final todos mintieron y yo siempre estoy sola, siempre sola –dijo ella sollozando cada vez más fuerte abrazándolo con fuerza como si temiera que si lo dejaba ir se esfumaría para siempre. –Además ¿Por qué eres tan bueno conmigo, porque has hecho todo esto por mí?


Pero la respuesta nunca se produjo, él se quedó en silencio disfrutando de ese abrazo extraño que ambos se estaban dando haciendo que los nervios de Katya se crisparan por momentos, sintiendo el corazón a mil por hora y la cabeza gritándole porque le había preguntado eso, él había arriesgado tanto por ella, en cierta manera era su héroe, la había ayudado durante los días oscuros y solitarios donde habían compartido techo en casa de los Murray, le había ofrecido comida y dinero y le había dado sabios consejos, y finalmente, la había salvado de una agresión y se había fugado con ella sin pedir nada a cambio.


Era egoísta, sabía que él también se sentía como ella, solo, desamparado y muerto en vida, ambos tenían ese brillo de desilusión en los ojos, carentes de vida o de espíritu por los golpes de la vida. Quizá por primera vez en la vida alguien le había echado una mano sin esperar nada a cambio, Robert la había ayudado sin intenciones ocultas, y nunca le había reprochado nada, ni sus llantos en el baño, ni su intrusión en su cama en plena noche, ni la había coaccionado, siempre había estado en su bando, incluso en una idea tan loca y delictiva como un atraco.



Y ahora quizá lo había estropeado todo, y volvería a estar sola, más desamparada y perdida que nunca y todo por su desconfianza, por su mala vida que intentaba pagar con reproches y gritos contra Robert, aunque ella sabía que eso no era más que su sentimiento de impotencia y de miseria que siempre permanecían en ella.


Y en medio de esos pensamientos sus ojos se volvieron a encontrar el marrón claro de Robert se encontraron con sus ojos de agua cristalina creando por un instante una mágica conexión. Robert entonces lentamente pero firme pone su mano sobre su cuello mientras con la otra mano toca suavemente la mejilla de Katya, el calor de sus dedos contrastaba con el frío implícito de la piel de Katya formando una suave caricia con la yema de los dedos.


Confundiendo a Katya, Robert aprovecho ese segundo de duda para volver a acariciarle la mejilla mientas lentamente se aproximaba hacia ella hasta besarla con dulzura sintiendo el calor de sus labios entrelazados entre sí. Pese al shock inicial Katya correspondió gustosamente abriendo un poco más su boca para facilitar la entrada de su lengua en su interior. Sus lenguas se encontraron en un frenesí furioso como si fuera una competición a vida o muerte y cuanto más duraba el beso, más fuerte latían sus corazones haciendo por un momento que fuera imposible escuchar nada más que ese sonido latiendo a todo pulmón ensordando sus pensamientos y sus oídos dejando ese sonido latente plasmado en sus oídos indefinidamente.


Fue la necesidad que no el deseo, lo que les obligo a separarse y romper su mágico instante para recuperar el oxígeno perdido en el beso. Separándose tímidamente, negándose a mirarse a los ojos quizá por vergüenza o quizá porque de una vez por todas habían puesto sus sentimientos sobre la mesa y ni siquiera habían tenido que decir ni una palabra, y ahora ambos sabían que todo sería diferente para ellos dos, sin duda estaban juntos en esta peligrosa aventura en búsqueda de huir de la soledad y de la mala vida que habían llevado.


Y después de eso, volvieron al coche, en silencio, ya no hacía falta ninguna palabra o conversación, por primera vez en años, ambos lucían unas sonrisas radiantes en sus rostros, al fin habían conseguido un rayo de ilusión entre tanta oscuridad de su vida, una conexión real con alguien por quien morir y por quien vivir.


Y el sentimiento de libertad, les invadió por un instante se dejaron llevar por la velocidad del automóvil sacando la cabeza fuera de la ventanilla sintiendo el viento en la cara mientras recorrían la larga carretera hasta llegar a la frontera, donde volverían a descansar en un motel de baja categoría, puesto que había que pasar lo más desapercibidos posible hasta llegar a México.


Finalmente, llegaron a Texas aunque aún quedaban varios kilómetros hasta llegar a la frontera con México, pero lo habían conseguido, habían ganado dos días de tiempo haciendo ese largo trayecto, consiguieron encontrar un motel en plena noche, era un sitio lúgubre, oscuro y de mal ambiente como todos los moteles de ese estilo pero hoy por hoy, ese lugar era sin duda su salvación de ser arrestados por la policía.


Entraron y vieron la habitación, simple, con solo una cama, pero no les importaba compartirla, es más lo deseaban poder estar juntos y compartir el calor que emanaban de sus cuerpos rebosantes de adrenalina y hormonas.


— ¿Mañana iremos a Greenville? –preguntó ella como si tuvieran opciones para darse el lujo de no ir a atracar ese lugar.


—No tenemos otra opción Katya, a menos que sepas alguna forma de sacar dinero rápida y legal –contesto él mientras se dejaba caer sobre la cama.


Y no tenían más opciones, pese a las dudas, los miedos y el sentimiento de culpa de tener que atracar para poder liberarse definitivamente de los cargos policiales que les vendrían encima si los llegarán a encontrar. Pero todos esos momentos de felicidad y de duda sobre cuál sería su futuro se vio ennegrecido desde el momento en que Robert encendió la televisión cumpliéndose sus peores temores.



Allí apareció Louise quien presuntamente no había muerto del golpe en la cabeza porque estaba vivita y coleando rodeada de cámaras de televisión y micrófonos ansiosos de descubrir la nueva sensación de la semana y con Louise habían dado un pleno.


—Mataron a mi marido…ellos… ni siquiera puedo decirlo –dijo ella mientras fingía llorar desconsoladamente en televisión conmoviendo a todos los espectadores que como ellos tendrían encendida la televisión.


Porque daba igual que cambiaran de canal una y otra vez, todas las cadenas habían visto los quince minutos de sensacionalismo barato bajo la premisa de que dos adolescentes de acogida fugados habían matado a su padre de acogida y habían intentado matar a su madre robándoles el coche y los pocos dólares que tenían a mano. Era una de esas historias que acaparan a la gente como idiotas frente al televisor para poder deleitarse del sensacionalismo barato del morbo de ver la muerte desde la distancia expuesta crudamente, claro que Louise se había encargado de manipular la verdad haciéndola parecer una víctima inocente.


—Estamos jodidos, realmente jodidos –dijo Robert viendo como la televisión mostraba dos imágenes de su rostro en televisión.


— ¿Qué vamos a hacer? –preguntó Katya angustiada al verse acorralada como un animal enjaulado.


—Tenemos que escapar de aquí, lo más lejos que podamos, cruzar la frontera como sea.


— ¿Y con qué dinero? –preguntó ella histérica moviendo los brazos de manera aleatoria yendo y viniendo de la habitación. –Ya no podemos atracar la tienda no cuando nuestra cara está por todas partes.


—No lo sé, pero de alguna manera tenemos que irnos de aquí ahora mismo –dijo él mientras la agarraba de la mano. –Confía en mí.


Y salieron a toda prisa del motel, dejando atrás la señal luminosa que indicaba que había habitaciones disponibles y en mitad de la noche se dispusieron a andar por la carretera sin rumbo fijo, sentían el ruido de los animales a lo lejos, quizá fueran grillos o algún tipo de búho, no lo sabían con exactitud, pero lo que si sabían es que al menos no había moros a la vista, si no había nadie no los podían reconocer de momento.


A la lejanía vieron una camioneta que se aproximaba a ellos, al principio temerosos intentaron apartarse a un lado de la carretera sintiendo la hierba rozar su piel en la pantorrilla sintiendo el frío y la humedad de la planta.


— ¿Nos subimos? –pregunto ella viendo una oportunidad de escapar.


—Te fías de subirte –repitió él como si hubiera dicho algo fuera de lo normal.


—No es que tengamos muchas opciones, tú sígueme el rollo, creo que tenemos una oportunidad de salir de esta.


Y él obedeció siguiéndola viendo como levantaba el dedo a modo de señal de autostop esperando que el conductor parara y los recogiera, él no estaba seguro de su idea, ya que su cara era noticia nacional en todos los telediarios, pero quizá viéndolo fríamente tenían una oportunidad con el conductor, si había conducido toda la noche no habría visto las noticias, y eso les daba una oportunidad durante unas horas de escapar lo más lejos posible de Texas, quizá si Dios se apiadaba de ellos de alguna manera, podrían llegar a México, aunque él dudaba Dios nunca había escuchado sus plegarias y esta vez no sería distinto.


— ¿Estás perdidos niños? –preguntó el conductor sorprendido de encontrar a dos jóvenes a altas horas de la noche en medio de una carretera transitada. –Parece que necesitáis ayuda.


—Estábamos pasándolo bien en el bar, nos hemos despistado un momento y nuestros amigos se han largado sin nosotros —explico ella haciendo una mentira creíble para el conductor que ahora parecía más confundido que nunca.


— ¿Pero ustedes no son….? –pero el conductor no pudo acabar la frase porque Robert lo interrumpió.


—Somos de la Universidad estatal de Texas íbamos a México a pasar las vacaciones de verano, pero ellos se han marchado y ya han cruzado la frontera y ahora no tenemos dinero para coger un avión porque nuestro dinero se ha quedado en la furgoneta.


—Parecéis más jóvenes de lo que sois —dijo el conductor soltando un suspiro de alivio.


—Sí, todo el mundo dice que parecemos estudiantes de secundaria, ventajas de un metabolismo lento supongo —respondió ella haciendo más creíble la mentira.


—Yo voy hacia El Paso, está en la frontera, puedo dejarlos allí —se ofreció el conductor abriéndoles la puerta del copiloto.


—Claro —dijeron ambos entrando en el camión puesto que no había muchas opciones donde elegir.


Y mantuvieron la compostura pese a la tensión que se apreciaba en el ambiente, estaban nerviosos, el temor de ser descubiertos y las consecuencias que habría era suficiente para estar en guardia.


— ¿Y que estudian en la universidad? —preguntó el conductor intentando romper el hielo y la incomodidad que surge entre desconocidos.


—Medicina, Leyes —afirmaron ambos contradiciéndose a sí mismos para luego cambiar su respuesta. —Leyes, Medicina.


Al ver la cara de circunstancias del conductor tuvieron que improvisar y actuar rápido a fin de evitar sospechas.


—Ella estudia leyes, yo medicina —dijo el con una sonrisa arrogante falsa que con años de práctica había logrado perfeccionar y hacerla pasar por una real ocultando sus nervios.


Y la cosa parecía ir bien, hasta que la radio paró la música para dar paso al informativo de la radio local. Dieron su noticia con toda su información. Por el rabillo del ojo Robert pudo ver como la cara del conductor cambiaba de repente, sabía que tenía que actuar rápido, pero como el conductor estaba al volante había que hacerlo de manera sutil.


— ¿Así que vais hacia México? –preguntó el conductor claramente asustado aunque intentaba disimular sus nervios.


Rápidamente, rebuscó en su mochila hasta que encontró el objeto que buscaba, lo sacó y apuntó a la cabeza del conductor haciéndolo saltar de su asiento y de paso sorprendiendo a Katya quien permanecía inmóvil a su lado.


—Pare el camión y bájese —ordenó Robert mientras el conductor iba parando el camión.


—Bien, bien, por favor no disparé —suplicó el conductor claramente asustado mientras paraba el camión y se bajaba lo más rápido que podía.


De un saltó Robert se puso al volante y empezó a conducir lo más rápido posible, el tiempo ahora corría en su contra, había un testigo y en poco llamarían a la policía, pero si podían avanzar hasta otra ciudad quizá podrían esconderse y tener una oportunidad.


—Robert, necesitamos cambiar de vehículo, ahora estamos en peligro —expuso ella rompiendo el silencio imperante por la emoción del momento.


—Ahora Katya tenemos que ir lo más rápido que podamos, no tenemos mucho tiempo —dijo él acelerando el ritmo superando el límite de velocidad permitido por la ley.


Antes de que pudieran parar el camión y esconderse por los bosques de alrededor, un coche de policía aceleró rápidamente hasta ponerse detrás de ellos y activar la sirena en señal de que tenían que parar inmediatamente.


—Deberíamos parar —dijo Katya viendo como las luces azules y rojas parpadeaban detrás suyo.


—Si paramos ya sabes que pasará —advirtió él.


De repente oyeron una radio que anunciaba que debían parar y seguidamente, del anuncio otros dos coches de policía aparecieron por el retrovisor del camión, uno de los coches acelero hasta ponerse a su lado mientras otros dos seguían detrás de ellos.


—Tenemos que actuar —dijo Robert mientras rebuscaba otra vez en la mochila buscando el revolver que previamente había escondido allí.


—No, Robert, déjalo –dijo ella agarrando su brazo impidiendo que pudiera sacar el revolver. —Entreguémonos.


—Estás loca, Katya.


—Es lo mejor, tú me defendiste, iremos a juicio y lo contaremos todo —explico ella tranquilamente pese a la adrenalina que sentía en el momento. —Nos mataran a los dos si no paramos.


—Nadie nos va a creer, ¡quien lo haría! —gritó él haciendo que ella se sobresaltara. —Estás loca si esperas que pare el camión.


—Confía en mí, Robert, confía en mi —repitió ella aunque él parecía absorto en sus pensamientos seguía acelerando sin intenciones de parar.


Al ver que él no tenía intención de parar, ella tuvo que tomar una drástica decisión, sin mediar palabra, agarró el volante girándolo rápidamente haciendo que el camión girara hacia la izquierda perdiendo el control por un momento estrellándose brevemente por unos instantes contra la barandilla protectora de metal haciendo parar el camión.


En ese momento, los agentes de policía acelerando atrapándolos, un coche se situó en el lado derecho, otro detrás de ellos y otro por delante de ellos cortándoles el paso, saliendo cautelosamente de los vehículos apuntándoles con las pistolas, era el fin o quizá era la forma que tenía que acabar todo o de lo contrario se habrían muerto o eso era lo que pensaba Katya mientras sacaba las manos por la ventanilla en señal de rendición viendo la mirada herida de Robert quien ahora la miraba con desprecio y sorpresa ante lo que acababa de pasar.


Los bajaron del coche a los dos poniéndoles de espaldas detrás de las barras de acero mientras los cacheaban por todas partes en busca de armas u otras sustancias ilegales.


—Katya Robertson, queda arrestada tiene derecho a guardar silencio, si dice algo puede ser usado ante un tribunal —dijo un oficial poniéndole las esposas llevándola a la parte trasera de uno de los coches mientras con Robert habían lo mismo.


—Robert Scheffer, queda arrestado tiene derecho a guardar silencio, si dice algo puede ser usado ante un tribunal —dijo otro oficial mientras lo ponía en otro coche separándolos.


Y antes de ir por caminos separados sus miradas se cruzaron una vez más, siendo un error por parte de ella al buscar su mirada desesperadamente pues lo que vio la terminó de hundir en su miseria, él la miraba con una mirada triste, el desprecio y la sorpresa anterior habían desaparecido para mostrar una emoción diferente, una a la que ella estaba demasiado acostumbrada a ver en su propio rostro, la decepción.


Robert había confiado en ella y ahora se sentía herido por su traición, porque ahora los habían arrestado cuando aún tenían una oportunidad de estar juntos y de lograr aquello que más ansiaban, la esperada libertad, pero todo esto se había perdido con un simple giro de volante, y su decepción con ella era demasiado cruda, había confiado en ella, le había hecho sentir cosas que hacía mucho tiempo que no había sentido por nadie, cariño, amistad, preocupación y amor. Y ahora no podía más que ver decepción por otra traición más en su vida, otra persona que al final resultó la peor de las traiciones, rompiéndole una vez más el corazón.


Y ella no podía dejar de pensar en su mirada, mientras el coche de policía los llevaba a comisaria empezó a ver toda su historia, desde que llegó a esa casa, su primer beso, su noche juntos, hasta este último momento, quizá él ahora no podía ver lo que ella había hecho por los dos, les había salvado su vida, él pensaba que ella lo había traicionado, pero ella simplemente no podía dejar que acabaran muertos con unos cuentos disparos, él se había convertido en una parte indispensable de su vida, y no podría soportar verlo muerto aunque eso significara tener que aguantar su resentimiento y vivir sabiendo que él la odiaba, pero todo eso no significaba nada si con ello, él tenía una oportunidad de vivir.



Habían llegado a comisaría donde cada uno había sido interrogado por diferentes inspectores de policía pero ambos se habían negado a hablar sin la presencia de un abogado, pero para su desgracia a ambos se les otorgó uno de oficio.


— ¿Y porque cada uno tiene un abogado diferente y no tenemos uno compartido? —preguntó ella extrañada de tener dos abogados defendiendo a dos acusados con los mismos delitos.


—Algunos cargos se juzgarán por separado así que habrá doble jurado y cada uno tiene un abogado porque cada uno se enfrentará a unos cargos diferentes —anunció su abogado.


— ¿Y qué cargos serán esos? —preguntó ella cada vez más sorprendida por cómo se estaban llevando las cosas.


— A él le acusan de asesinato en primer grado, fuga sin asistencia, agresión al conductor en primer cargo, y robo de los dos vehículos y a ti te acusan de agresión en segundo grado contra Louise, cómplice, fuga sin asistencia y conducción temeraria cuando diste un golpe de volante al camión.


— Pero él es inocente, no pueden acusarle de todo eso —protestó ella solo para ser silenciada por su abogado.


— Tu mejor opción es ir en juicio y salvarte tú eres la que tienes más posibilidades de salir sin cargos.


Ella se quedó entumecida, necesitaba volver a salvar a Robert aunque no habían podido hablar, y no sabía en qué situación estaban, pero de cualquier forma, ella tenía que ayudarle, aunque no sabía de qué manera, su única baza era contar la verdad en el juicio esperando que si contaba los malos tratos, el intento de violación, la agresión de los Murray, el jurado entendería todo lo que había pasado y lograrían ser libres.


Y el día del juicio llego, Katya miro a Robert buscando una cómplice mirada pero él miraba al frente haciendo ver que ella no existía, haciéndola dejar escapar un suspiro de frustración. Ella miro a los jurados, sus caras lo expresaban todo, ellos los veían como culpables fruto de la manipulación televisiva y de las mentiras que Louise había contado en cada uno de esos programas envenenando las mentes de cada persona que estaba presente en esa sala, como siempre estaban solos, solos ante el peligro, y únicamente la verdad podría salvarles.


Miro nerviosa y asustada al jurado quien con su mirada recorría el cuerpo de Robert, el cual se disponía a dar su testimonio, subió al estrado después de hacer su juramento sobre la Biblia y posteriormente, se sentó en la silla esperando las preguntas del fiscal.


— ¿Mató usted al señor Murray? —preguntó el fiscal decidido a hacer caer la credibilidad de Robert en su primera pregunta.


— Lo maté para defender a otros —contestó él secamente siguiendo las instrucciones de su abogado.


— ¿Pero lo mató usted no? —volvió a insistir el fiscal quien no esperaba dicha respuesta.


— Defendía a una chica de ser violada, lo maté para defender a otros, así que si


— ¿Y posteriormente se dispuso a huir con el coche del señor Murray? —volvió a preguntar el fiscal.


— Sí, de alguna manera había que salir de esa casa antes que Louise nos pegara un tiro —contestó el como si fuera lo más natural del mundo mientras que el jurado horrorizados escuchaba su testimonio.


— No fue más bien al revés que Louise fue empujada contra el televisor y agredida por usted y la señorita Robertson.


— Protesto señoría —protestó el abogado defensor.


— Se acepta —afirmo la juez. —Reformule su pregunta.



— ¿Huyeron ustedes con el coche del señor Murray? —preguntó el fiscal.


— Sí, pero… —pero fue interrumpido por una pregunta del fiscal.


— Y, posteriormente, ¿compró un arma ilegal para delinquir y robar a los habitantes de la zona? —preguntó el fiscal subiendo el tono de su voz con cada palabra.


— Sí, pero…


— ¿Y luego no amenazó usted a un conductor al cual le robó su camión y se dio a la fuga con una conducción temeraria escapando de la policía? —preguntó el fiscal acorralando a Robert.


— Sí, eso fue todo porque…


— No hay más preguntas su señoría —dijo el fiscal finalizando su turno de preguntas dejando con la palabra en la boca a Robert.


El jurado se había quedado afectado por su testimonio, sin embargo, el fiscal había conseguido su objetivo, tergiversar las palabras de Robert a su antojo haciéndole parecer el malo de la historia, así que ahora la pelota estaba en su tejado, ella era la siguiente en dar testimonio y era la única que podría salvarles.


Subió al estrado sintiendo la atención de todos a su alrededor, sus miradas fijas, sus cuchicheos, las caras de sorpresa e incredulidad la acompañaron durante su trayecto hasta el estrado donde después de dar juramento fue interrogada por el fiscal.


— Señorita Robertson, ¿vio usted matar al señor Scheffer al señor Murray? —preguntó el fiscal.


— Cuando el señor Murray me violaba, el señor Scheffer me salvó —contestó ella claramente.


— Señoría, el testigo no contesta a las preguntas


— He contestado que sí, simplemente expongo porque el señor Murray murió y en qué circunstancias —contestó ella adelantándose a la decisión del juez.


— Lo permito, siga con el interrogatorio.


— ¿Se escaparon ustedes con el coche del señor Murray?


— Sí, porque Louise nuestra madre de acogida amenazaba con matarnos con una pistola.


— ¿Pero usted la empujó?


— Cuando amenazó con matarme con una pistola y después de profesarme diversos insultos justo cuando yo estaba en estado de shock porque su marido me había intentado agredir sexualmente.


— Y al conductor que le robaron el vehículo y posteriormente escaparon de la policía.


— Estábamos desesperados, y posteriormente nos entregamos a la policía.


— ¿Y no es cierto que tanto usted como el señor Scheffer tienen historial delictivo?


— Como debería tener esa señora de allí, por maltratar a niños inocente y malversar el dinero del gobierno en sus propios intereses —dijo ella señalando a Louise sentada entre el público.


— ¿Cómo dice? —preguntó el fiscal sorprendido ante las últimas revelaciones.


— Tanto Randy como Louise nos dejaban sin comer durante días, teníamos que robar para poder comprar comida, Randy y Louise son alcohólicos empedernidos que se gastan el dinero del estado en el bar.


— No, viene a lugar señoría —intentó cambiar el foco de atención del fiscal pero fue tarde todos en la sala querían saber más del tema.


— No ha a lugar, por favor prosiga con su explicación —determinó el juez.


— Los he visto en varias ocasiones, gritar, pegarles a Robert y a los niños y a mí, en varias ocasiones me han insultado, agarrado del pelo o dado empujones, especialmente, cuando se emborrachan lo cual es casi cada día. — eso dejó al jurado afectado e incluso el propio juez se sorprendió ante las revelaciones recién mencionadas. —Además dormíamos apilados en una habitación separada únicamente por una cortina y un colchón al suelo con unas mantas roñosas, no había muchas condiciones higiénicas que digamos.


— Señoría, esto no es necesario —protestó el fiscal pero fue inútil porque el juez siguió apelando a que se contará toda la situación de maltrato.


— A Robert solían pegarle por no llegar a casa temprano en la noche, aunque normalmente, si se estaba por casa también le pegaban. A los otros niños solían gritarles y algunas veces algún bofetón, supongo que al ser más pequeños tendrían miedo de que si les pegaban muy fuerte se iba a notar.


Y eso fue determinante para el veredicto del jurado, no tardaron mucho después de ver las pruebas y su testimonio, nerviosos, por primera vez en meses, Robert miró a Katya casi como dándole las gracias de manera silenciosa, ambos con una sombra de temor y de nerviosismo por la decisión del jurado, quienes hicieron su aparición triunfal, siendo el portavoz del jurado quien pasó la nota al juez quien sentenció.


—Jurado de Kansas, sobre Robert Scheffer cuál es su veredicto.


—En el caso de homicidio en primer grado declaramos al acusado, no culpable, en el caso de robo de vehículo en primer grado, declaramos al acusado no culpable, en el caso de portar un arma ilegal declaramos al acusado culpable y en el caso de agresión y fuga de la autoridad declaramos al acusado culpable.


Y Katya pudo respirar, a Robert le tocaría pasar un par de años en la cárcel o más bien en el correccional de menores pero al menos, no tendría cadena perpetua, ya que había atenuantes para justificar lo que habían hecho.


—Jurado de Kansas, sobre Katya Robertson cuál es su veredicto.


—En el caso de agresión en segundo grado contra Louise declaramos a la acusada, no culpable, en el cargo de cómplice declaramos a la acusada culpable, y en el caso de fuga sin asistencia y conducción temeraria declaramos a la acusada culpable.


—No te preocupes, hemos negociado y te condenarán a trabajos para la comunidad no irás a la cárcel —mencionó su abogado mientras Katya estaba absorta en su propio mundo.


Se iban a separar, él entraría en el correccional de menores y ella haciendo servicios en la comunidad, seguramente limpiando basura de las carreteras o ayudando a gente con dependencia. Sin pensarlo dos veces se aproximó a Robert y lo abrazó, él le devolvió el abrazo y se fundieron en un abrazo corto pero intenso, hasta que los oficiales los separaron, sin embargo ese abrazo quedaría patente en sus mentes durante mucho tiempo.


Y el tiempo pasó mucho más rápido de lo que ella creía y en un abrir y cerrar de ojos, habían pasado dos años, dos años desde que había visto por última vez a Robert, dos años que habían tomado caminos separados, ella había encontrado una nueva casa de acogida y él seguía cumpliendo sentencia en un centro de menores.


Hoy era su cumpleaños, y ella solo tenía un único deseo ir a ver a Robert y hoy podría cumplirlo, sus padres de acogida la acompañaron hasta la entrada en el centro, ella insistió en entrar sola, necesitaba verlo a solas, con cada paso un cúmulo de nervios llenaba el estómago de Katya, después de desear tanto el poder verlo, ahora se sentía insegura, pero no retrocedió a un paso siguió andando hasta encontrarse sentada en una sala llena de gente en pequeñas mesas viendo a sus familiares.


Él apareció de repente, su cabello era un poco más largo de lo que estaba acostumbrada llegándole a la nuca, parecía más musculoso de lo que lo recordaba, pero con la misma cara y el brillo en los ojos que tan bien recordaba cuando la visualizó.


— ¿Cómo estas Katya? —le preguntó él con una sonrisa de lado a lado mientras se sentaba enfrente de ella.


—Me adoptó una familia, bueno no legalmente, pero estamos con los papeles, este año empiezo la universidad voy a ser abogada.


—Eso es fantástico, Katya


—Sé que todavía te quedan dos años aquí Robert, pero quiero que sepas que cuando salgas podremos estar juntos —dijo ella acercando su mano a la de Robert pese a la mirada furtiva del guardia de seguridad. —Todavía somos nosotros dos con el mundo.


—Aun quieres estar conmigo, ¿pese a ser un criminal? —expresó Robert con una voz rota.


—No eres un criminal, me salvaste, y todavía podemos estar juntos.


—Pero tú te irás a la universidad, conocerás a gente nueva y no quiero quitarte la oportunidad de empezar una nueva vida, lejos del drama y los malos recuerdos Katya.


—Nunca te olvidaré Robert, te esperaré, quiero que cuando salgas de aquí empecemos de cero.


—No quiero que esperes por mí, quiero que me prometas que vivirás tu vida y si las cosas siguen como ahora veremos hacia dónde va nuestra relación. —dijo él con un tono normal aunque su rostro reflejaba tristeza.


—Te prometo que viviré mi vida, Robert, pero prométeme que no perderás la ilusión que harás cosas aquí dentro puedes estudiar puedes hacer algo de provecho y podemos estar juntos, no nos abandones, prométemelo —ordenó Katya tocando sus manos haciendo que él la mirara.


—Te lo prometo Katya, yo tampoco no te olvidaré.


—Se ha acabado la hora de visita vayan saliendo por orden —anunció el guardia de seguridad haciendo que todo el mundo se levantara del asiento despidiéndose.


Sin pensarlo dos veces, aquello que les había faltado hacer en el juicio, en ese instante fue mandatorio hacerlo, un beso. Las manos de Robert cubrieron el rostro de Katya, reposando en su piel, el pulso le temblaba al igual que sus piernas. Sus caras se aproximaron sintiendo el aliento saliendo de su boca, sus pechos palpitaban con cada segundo en que se aproximaban el uno hacia el otro.


Finalmente, sus labios se tocaron sintiendo la electricidad recorriendo sus cuerpos, era una sensación agradable y conocida, como la coca cola con limón, algo dulce con un toque de conocido, todos los sentimientos volvieron a brotar recordando cada uno de los momentos que habían compartido juntos.


—Debe irse señorita, sepárense —ordenó el guardia separándolos llevándose a Robert fuera de la sala dejándolos mirándose desde lejos mientras poco a poco volvían a separarse cada uno por su camino.


Pero mientras ella poco a poco empezaba a salir del correccional de menores, una sonrisa se plasmaba en su rostro, había vuelto a encontrar algo que hacía mucho tiempo que había perdido, la esperanza de un futuro, la esperanza de poder recuperar un amor perdido, en definitiva, la esperanza del amor. Y mientras pensaba en todo eso una canción que había quedado grabada en su memoria tiempo atrás de repente apareció en su mente.


He is a hustler, he's no good at all
He is a loser, he's a bum, bum, bum, bum
He lies, he bluffs, he's unreliable
He is a sucker with a gun, gun, gun, gun
He is a bad boy with a tainted heart
And even I know this ain't smart

But mama I'm in love with a criminal
And this type of love isn't rational, it's physical
Mama please don't cry, I will be alright
All reason aside I just can't deny, I love the guy

13. April 2021 17:45 3 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Giles Le Coste Escritor novato, busco compartir mis historias a todo aquel que le guste leer.

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Post!
Elly Castro Elly Castro
Muy bien escrito. Me gustó mucho.
April 19, 2021, 02:07

  • Giles Le Coste Giles Le Coste
    Muchas gracias, me alegro mucho de que te guste. April 19, 2021, 08:33
~