Violeta su color, del arpa su armonía, siempre en su lecho, noche en su noche que dormía, de la rama al tronco sostenía, al lado el barril en llamas por el cóctel de peonías, crisálida estrellada relucía en su morada, observando el dolor que la galaxia reflejaba; en ese espacio Ortigia vagaba, paso a paso, pies se entrecruzaban, con el jarrón en manos sus ojos tapaba, el fulgor de Ortigia lo cegaba.
Las grietas de la noche su pasaje cimentaba; al búho amarillo en rodajas cortaba para que su camino más firme se allegara; alza el jarrón, en vigilia avanza.
Homenaje: “Que te viertes con el vino, sumerges su pureza, que el nicho ya no es nicho si invades tu Nihilismo en los vértices de la rareza“.
Con la corona de Laurel desde Ortigia observaba, su puesto impune de margaritas diamantadas, la ráfaga lo envolvía del empirismo a su palabra; no discernía a Dionisio que en su cumbre asomaba. La escarcha de sus pies a su trono lo elevaba, para disipar esa inquietud que los viñedos le impregnaban.
“-La riqueza de los cielos se transfieren en mis artes, al vasto sendero del caos, vil brío impudor.” Se presenta el Dios Apolo dando bienvenida a la noche que ascendió.
-Con esta herramienta el orden mantendré; la belleza de los valles color ocre teñiré, la oscuridad maciza ni en nichos mantendré.
-Ese oro tan subasto, luz incandescente, corto el viñedo y lo sumerjo en este ambiente, el orden lleva al caos te lo prometeré, el tiempo al ocre; lo abraza con su polvo y de su sangre brota un lirio carmesí.
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