athanatos Αθά νατος

Ningún régimen es eterno. Ningún monarca es eterno. Todo tiene un fin. Las eras empiezan y terminan. El final de una era es el comienzo de otra nueva. Para que una era pueda comenzar... otra debe terminar. Se recomienda leer primero Un ardiente amor.


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Capítulo 1

Notas de autor: El día 4 del mes de septiembre del año 2017, los hermanos Wagner ya llevaban dos años casados, ya que se habían casado legalmente el día 4 del mes de septiembre del año 2015. Por cierto, los descendientes no reconocidos de Adolf Hitler, es decir, sus vástagos engendrados con otras mujeres, llevaban su apellido porque cada una de las cuatro mujeres había decidido ponérselo a su descendencia con el objetivo de que su derecho a ser reconocida como descendencia de su progenitor masculino fuera tenido en cuenta por alguien. Aclarado ese dato, es hora de comenzar a escribir el primer capítulo de esta historia.

Capítulo I

La sangre divina se encontraba derramada en el suelo de la cima del arrasado monte Olimpo. Cada gota de sangre de los dioses que habían habitado la Tierra durante mucho tiempo había sido derramada por aquel sanguinario ser. Sólo dos oponentes quedaban para hacer frente a quien era la mayor amenaza de todas hasta aquel instante. Las capacidades divinas que habían permitido que todo en el mundo funcionara como debía habían pasado a sus cuerpos y se habían introducido en su energía divina. Ante la ausencia de casi todos los dioses de la Tierra, los dos gemelos eran las dos últimas deidades mayores que quedaban con vida.

—Atenea, por favor. No tenemos que seguir combatiendo. Si continuamos haciéndolo, se derramará más sangre—Dijo con seriedad y tratando de poner fin al conflicto el dios de la paz, la bondad y el amor eterno e incondicional.

—Lo que quiero es que dejéis de interponeros en mi camino—Respondió con molestia la diosa de la guerra estratégica corriendo hacia los gemelos divinos mientras empuñaba una lanza de hierro divino de color plateado, la cual tenía en el filo superior el símbolo de la lechuza y en el filo inferior el mismo símbolo.

—Atenea, tu soberbia te condujo a esto. ¿Ves lo que puede llegar a causar la soberbia a las personas?—Le dijo Adamas corriendo hacia ella a toda velocidad para detener con su lanza de hierro divino, la cual era dorada y tenía dos filos, teniendo el superior el símbolo del águila y el inferior el símbolo de la lechuza, la lanza de la diosa.

Ambas lanzas colisionaron con éxito y tanto el dios de la paz como la diosa de la guerra estratégica comenzaron a forcejear con todas sus fuerzas. La diosa Atenea no parecía estar en desventaja, a pesar de tener menos fuerza física que el dios Adamas. Evelia corrió hacia su hermano a toda velocidad, demostrando así que ella era un poco más veloz por ser más ligera. La diosa de la paz usó varios ataques contra la diosa de la guerra estratégica con la intención de causarle heridas en puntos no vitales. Acto seguido, la diosa de la sabiduría saltó hacia atrás velozmente y con toda su agilidad y comenzó a rodear su lanza una energía de color dorado muy intensa. Nada más aterrizar en el suelo sin mirar hacia atrás, la diosa de la sabiduría disparó una poderosa ráfaga de energía divina contra los gemelos rubios.

—(Parece que está usando magia para igualar su fuerza a la mía y que puede usar la magia de muchas otras formas. Sin duda alguna, Atenea es una adversaria peligrosa, pero… no lo suficiente como para arruinar mi plan)—Pensó serio, calmado y más lleno de determinación que nunca el dios de la paz comenzando a hacer que fluyera por su cuerpo y por su arma una gran cantidad de electricidad cuya intensidad era de más de doscientos mil amperios.

Acto seguido, comenzó a hacer que un ardiente fuego cuya temperatura era de dos mil grados centígrados cubriera todo su cuerpo y su arma por completo. Pocos segundos después, el fuego y la electricidad formaron un poderoso tornado con energía eléctrica que fluía por su exterior y por su interior al mismo tiempo. Dicho tornado cubría completamente el cuerpo y el arma divina del dios de la paz, el amor eterno e incondicional y la bondad. Evelia creó a su alrededor y alrededor de su arma divina, la cual era idéntica a la de su hermano, un tornado por el que fluía electricidad. La potencia y la temperatura del tornado de la joven rubia eran las mismas que la potencia y la temperatura del tornado de su amado hermano mayor.

Los dos dioses de 100 años de edad se encontraban uno al lado del otro. Adamas se encontraba a la derecha de Evelia y esta se encontraba a la izquierda de su amado hermano gemelo. Ambos miraban con una ardiente determinación, la cual era infinitamente más ardiente que el fuego que ardía en el Tártaro, a su adversaria a los ojos fijamente. Los jóvenes estaban en posición de combate y estaban preparados para atacar en cualquier momento. A pesar de estar cansados, los gemelos divinos no estaban preocupados.

Dos potentísimos ataques de llamas con electricidad salieron disparados hacia un mismo punto y se combinaron enseguida para formar un ataque de fuego y electricidad el doble de potente que fue lanzado de frente contra el ataque de la diosa Atenea. Cuando el ataque mágico de la diosa de la guerra chocó contra el ataque ígneo y eléctrico de los gemelos divinos, una colisión que comenzó a devastar el terreno fue iniciada. El cielo estaba siendo quemado por las llamas divinas de los gemelos rubios y la energía divina de Atenea estaba devastando el suelo.

—(Tienen mucho poder, pero hace falta mucho más que eso para vencer a la grandiosa diosa de la sabiduría. Mi inteligencia es insuperable. Ganaré sin lugar a dudas y me volveré reina del nuevo Olimpo y dueña del mundo)—Pensó Atenea con seriedad al inicio y con soberbia al final.

—(Atenea es una adversaria peligrosa. Ella no sólo controla la magia hasta un punto tan increíble, sino que también es poseedora de una armadura hecha con la piel del titán Palas. Si no vamos con cuidado, moriremos)—Pensó el dios Adamas con determinación ardiente y con mucha seriedad mientras seguía apuntando con su lanza divina hacia donde estaba la diosa de la sabiduría.

—(Atenea no usa la fuerza bruta en batalla. Ella es una gran estratega desde que salió de la cabeza de Zeus. Lo que no sabe es que... mi Adamas y yo podíamos derrotar a criaturas superiores a nosotros en poder sin ser dioses)—Pensó Evelia haciendo lo mismo que su amado hermano Adamas mientras se mostraba tan determinada como él.

La determinación de los gemelos divinos era infinita y ardía como el fuego, lo cual hacía que la diosa Atenea se sintiera llena de admiración hacia ellos por poseerla.

Los ataques divinos estallaron y una nube de humo y polvo cubrió enseguida todo el campo de batalla. Hubo un poco de tos debido al polvo hasta que la nube se disipó lo suficiente.

—¡Debo reconocerlo, dioses de la pasión. A pesar de haber sido sólo semidioses, vuestra determinación está a la altura de la que un dios del Olimpo necesita tener. Os haré una propuesta!—Exclamó Atenea seria y asombrada al principio y seria al decir las últimas cuatro palabras—¡No tenemos que combatir durante más tiempo. Uníos a mí y formaremos el nuevo Olimpo, un monte Olimpo sin daños y que jamás caerá!

—¡¿Y nosotros qué papel tendríamos, Atenea?!—Preguntó Evelia muy seria, muy calmada y muy curiosa con hostilidad.

—¡Seríais mi segundo al mando y mi tercera al mando. Los tres juntos no necesitaríamos la ayuda de más dioses!—Exclamó seria la diosa Atenea emocionándose mucho al final—¡¿No os ofrezco algo glorioso?!

—¡¿Mataste a Zeus y a todos los dioses del monte Olimpo para obtener el poder y dices que es glorioso lo que nos ofreces?!—Preguntó molesto y comenzando a sentirse muy triste el dios rubio.

La joven diosa rubia se sentía exactamente igual que su adorado hermano mayor y sentía el dolor de este como si fuera propio. Los dioses ardientes y rubios comenzaron a derramar lágrimas de tristeza por los caídos y por su otra mitad mientras sentían cómo el enojo los llenaba sin que pudieran evitarlo. Ambos apretaban con toda su fuerza la lanza que sostenían con dos manos.

—¡Mi padre jamás habría entregado el poder voluntariamente. Debía destronarlo!—Respondió seria Atenea y sonrió divertida justo después—¡Fue interesante desafiar y derrotar a todos los dioses del monte Olimpo. Todos quisieron proteger a Zeus y yo... los maté sin piedad. Ni Ares se libró. Él jamás ha podido vencerme, pero siempre lo ha vuelto a intentar. Soy la diosa más poderosa del mundo!

—¡No mereces decir que Zeus es tu padre. Los hijos no asesinan a los padres!...—Exclamó lloroso el joven rubio con todo su enojo.

—¡Crono castró a Urano y tomó su lugar, Zeus derrotó a Crono y tomó su lugar y yo maté a Zeus y me dispuse a tomar su lugar. Si Crono y Zeus no hubieran preferido torturar a su respectivo padre, lo habrían asesinado sin miramientos! ¡Era el destino de cada uno ser destronado por uno de sus hijos! ¡Yo he cumplido mi destino!—Explicó Atenea llena de gozo.

—¡Si el destino de los padres es ser lastimados y destronados por sus hijos, cambiaremos ese destino! ¡Cambiaremos el destino de este mundo!...—Exclamó Evelia sintiendo lo mismo que su hermano mayor mientras miraba fijamente los ojos de la diosa de cabello negro y ojos amarillos con piel muy clara.

Los gemelos se miraron fijamente a los ojos con gran preocupación y con una calidez y una ternura infinitas tratando de hacerse sentir bien mutuamente mientras se dedicaban una sonrisa tierna y cálida y, al cabo de unos pocos segundos, ambos se comenzaron a sentir aliviados. Ambos continuaron sonriéndose y mirándose fijamente con un amor infinito y sus rostros se sonrojaron hasta más no poder. Ambos sonrieron como bobos enamorados y, unos segundos después, miraron fijamente los ojos de la diosa Atenea, su cruel adversaria, con una determinación más ardiente que el fuego del Tártaro mismo y sin enojo.

—¡Antes de seguir luchando, dime algo!—Exclamó el dios rubio, quien, al igual que su hermana gemela, estaba a una distancia de veinte metros de la diosa pelinegra, con seriedad, calma y mucha curiosidad. Había hostilidad en su ser y la habría durante casi toda la batalla—¡¿Cómo mataste a todos los dioses olímpicos sin que nos percatáramos de que había dioses batallando?!

—¡Usé una barrera mágica que no dejaba salir ningún ataque y que hacía que todo pareciera estar tranquilo si se miraba desde el exterior. Como nadie podía salir y nadie podía entrar si yo no lo permitía, todos los dioses estaban acorralados!—Exclamó Atenea seria mientras se ponía en posición de combate de nuevo.

Acto seguido, la primera diosa engendrada por Zeus se lanzó decidida a conseguir su objetivo mientras cubría con su propia energía divina su lanza de dos filos. La diosa de ojos amarillos como el rayo se movía a toda velocidad y se mostraba completamente confiada. Los gemelos rubios se lanzaron al mismo tiempo contra la diosa pelinegra con una determinación ardiente y le lanzaron una llamarada combinada que tenía electricidad fluyendo a su alrededor con una intensidad de trescientos mil amperios. Los dos gemelos corrían a toda velocidad. La diosa rubia iba unos centímetros por delante de su hermano, pero ambos estaban casi iguales. La hija de Metis les lanzó una poderosa descarga de energía divina a los dioses rubios de frente. Si el ataque de ellos era destruido, tal vez serían alcanzados por el ataque de la diosa de la sabiduría y la guerra.

Ambos ataques chocaron durante unos instantes y estallaron al cabo de unos pocos segundos habiendo quemado el cielo y habiendo arrasado la cima de roca, tierra, cadáveres y escombros del monte Olimpo. Enseguida, los tres dioses comenzaron a moverse tosiendo un poco debido al polvo entre la nube de humo y polvo que había alrededor de ellos, pero las tres deidades saltaron hacia arriba ágil y velozmente y los gemelos apagaron sus llamas y dejaron de hacer fluir por su cuerpo electricidad. Ni los gemelos divinos ni la diosa de las artes dudaron. Los dos hermanos atacaron de frente a la diosa Atenea con el filo superior del arma de cada uno y la poderosa y soberbia diosa detuvo con su lanza el ataque de ambos. Acto seguido, retrocedió hacia atrás unos centímetros y giró su lanza con la mano derecha para tratar de lanzar una estocada desde arriba a los hermanos ardientes. Fue Adamas quien detuvo la estocada y su hermana gemela fue quien apareció justo detrás de la diosa para clavarle en el costado izquierdo el filo superior de su lanza. La diosa pelinegra saltó hacia arriba velozmente y apuntó a los dos gemelos con su lanza envuelta en energía divina aún mientras se disponía a dispararla en forma de una colosal descarga de energía.

—(Si ese ataque nos alcanza, nos matará)—Pensó Adamas serio y cubriendo de electricidad su lanza enseguida a una velocidad muy elevada.

—(Lo que debemos hacer es defendernos)—Pensó Evelia seria y cubriendo su lanza divina de fuego enseguida a la misma velocidad.

—Es hora de morir, hermanitos ardientes—Dijo con una sonrisa arrogante la diosa Atenea—Nadie ha podido contrarrestar este ataque.

La diosa de ojos amarillos disparó una inmensa descarga de energía dorada que refulgía con mucha intensidad a una gran velocidad. Los gemelos dispararon un tornado de llamas y una descarga eléctrica que eran de un gran tamaño y que se juntaron enseguida para formar un tornado que ardía a una temperatura de cuatro mil grados centígrados y cuya intensidad eléctrica era de trescientos mil amperios. Cuando el tornado y la descarga de energía divina colisionaron, lo hicieron con un gran poder destructivo. A pesar de estar cayendo los tres dioses debido a la fuerza de gravedad, sus ataques continuaban colisionando con todo su poder mientras ellos los lanzaban. Ya no podían lanzar ataques tan poderosos como los que habían estado lanzando al principio de la batalla, ya que su energía divina tenía un límite. Los gemelos aterrizaron en el suelo y la diosa de la guerra estratégica continuó manteniéndose en el aire un poco más de tiempo. Unos segundos después, los ataques de los tres dioses explotaron y la onda expansiva causó un retroceso tan grande que Atenea salió disparada hacia el suelo con mucha fuerza y los gemelos acabaron tirados en el suelo y con la espalda apoyada en este estando al borde de la cima del monte Olimpo.

Los tres dioses se levantaron con dificultad y tomaron sus respectivas armas divinas. No les quedaba mucha energía. Tendrían que decidir la victoria utilizando su habilidad para el combate con armas y no su energía divina.

—(Ya ni siquiera puedo levantarme como al principio. Si esto sigue así, ellos podrían ganar ventaja. Esta batalla es una batalla de desgaste. En lo referente a la inteligencia, estamos igualados. En lo referente a la fuerza, también estamos igualados. En lo referente al poder divino, estamos igualados también. La victoria la decidirá la resistencia física)—Pensó la diosa de la guerra y las artes muy seria y comenzando a preocuparse bastante—(Pensé que sería fácil derrotar a esos dos en este punto, pero… son tan poderosos como yo. Ni siquiera puedo usar mi magia. Sólo me queda un diez por ciento de toda mi energía).

—(Bien. Ella ya no puede usar la magia. Ahora sólo tenemos que derrotarla en un combate de dos contra uno, aunque no creo que sea de dos contra uno el combate si mi tierna y dulce Evelia y yo somos uno solo)—Pensó Adamas serio y sin ninguna preocupación mientras se mostraba decidido a obtener la victoria junto a su otra mitad.

—(Ahora que mi bello y perfecto Adamas y yo tenemos la ventaja, Atenea está perdida. Lo irónico es que, siendo la diosa de la sabiduría, esté tan llena de soberbia. Es obvio que va a perder. Nos ha subestimado y se lo vamos a demostrar ahora. Nuestras reservas de poder divino están al treinta por ciento. Ni siquiera hemos usado todo nuestro poder. Debemos guardarlo para utilizarlo en el momento adecuado. Si nuestra adversaria usa más del diez por ciento que le queda, su cuerpo colapsará)—Pensó Evelia sintiéndose tan segura como su hermano de que la victoria iba a ser de ambos—(Mi bello y perfecto Adamas. Vamos a luchar como uno solo y vamos a ganar).

Los gemelos rubios se lanzaron contra la diosa empuñando sus armas divinas mientras corrían a toda velocidad. La diosa estaba imitándolos y tanto la diosa olímpica como los dioses no olímpicos hicieron colisionar sus lanzas con el propósito de quebrar el arma del adversario. La diosa de la guerra saltó hacia atrás y corrió hacia el costado izquierdo de Evelia. La joven rubia bloqueó el ataque de la joven pelinegra usando su lanza dorada y las dos jóvenes se miraron fijamente a los ojos enseguida.

—Eres muy débil, diosa de la paz. Siempre dependes de tu querido hermano. No puedes hacer nada sola. Eres demasiado patética. Voy a matarte frente a tu hermano y, justo después, lo mataré a él—Dijo Atenea con desprecio y con arrogancia.

—A él no le vas a poner una mano encima, traidora—Dijo Evelia muy decidida a proteger a Adamas y muy segura de que este no iba a poder ser lastimado por la diosa si ella no estaba junto a él para protegerlo, ya que su ardiente príncipe era demasiado poderoso como para perder ante alguien como Atenea.

La diosa rubia retrocedió dos metros y corrió hacia el costado derecho de la diosa de la guerra estratégica para atravesar su armadura de piel titánica por esa zona.

—¿Crees que un truco tan simple funcionará con alguien tan superior como yo?—Preguntó arrogantemente la diosa Atenea bloqueando el ataque de Evelia con toda su fuerza física incrementada debido a un hechizo de larga duración, el cual no le consumía energía constantemente.

Sin ese hechizo, la pelinegra no habría podido luchar de igual a igual en un combate con armas contra el rubio de ojos verdes en ningún momento. La rubia comenzó a sonreír de forma triunfal y la diosa pelinegra, quien no sabía a qué se debía esa sonrisa, decidió preguntar.

—¿Qué es lo que sucede, diosa patética y débil?—Preguntó Atenea con curiosidad y con aires de superioridad en su tono de voz y en su mirada.

—Lo que sucede, “hermanita”, es que estás en problemas—Le respondió Evelia manteniendo su sonrisa triunfal en los labios.

Una lanza golpeó con fuerza a la diosa pelinegra por detrás y esta fue golpeada de frente por la rubia con la lanza dorada justo después en el vientre. Acto seguido, la diosa pelinegra cayó al suelo algo dolorida y muy sorprendida y miró hacia su izquierda para ver a la mitad masculina del reflejo divino, la cual sonreía de forma triunfal mientras sostenía su lanza dorada con las dos manos.

—Mi hermana no es débil y no es patética. Ella jamás lucha sola y esa es su mayor fortaleza. Si luchara sola, no habría llegado tan lejos como lo ha hecho. Tampoco yo lo habría hecho. Juntos somos invencibles. Aprende esa lección, Atenea, y no olvides algo—Dijo Adamas de forma triunfal y mostrándose molesto justo después—Te juro que, si vuelves a decir todo eso de mi dulce y bella Evelia, vas a conocerme mucho mejor. ¿Lo has entendido bien?

—Adamas—Dijo Evelia muy enternecida mirando a su hermano mayor durante un par de segundos y, justo después, miró desafiante a la diosa olímpica de ojos amarillos—¿Quién es realmente la débil aquí? Si tan fuerte eres, levántate y demuéstralo.

Atenea se levantó muy molesta con la rubia y con su hermano y miró a la diosa de la paz a los ojos fijamente con el orgullo muy herido.

—¡Voy a haceros pagar a tu hermano y a ti por esa humillación. Empezaré por ti. Nadie se burla de la invencible e inteligente Atenea!—Exclamó Atenea muy molesta y calmándose un poco después.

Se notaba su respiración agitada. Atenea no era la única que respiraba con agitación, pero era la que más lo hacía. Fue en ese instante cuando la diosa se dio cuenta de algo y su mirada se volvió de sorpresa y de molestia a los pocos segundos de haberse sorprendido. Acto seguido, miró con mucha molestia a los dos hermanos y se calmó pocos segundos después con el propósito de concentrarse en alcanzar la victoria. Ya no tenía a Niké junto a ella, pero podía ganar igualmente.

—(Las dos tenemos magia que incrementa nuestra fuerza física, pero ella tiene algo que yo no tengo: ¡Un hermano muy molesto! Si no me deshago de él primero, jamás podré derrotarla. Ahora lo comprendo. Si quiero demostrar que soy la mejor, debo derrotar al gemelo mayor. Él es el más inteligente de los dos. Si lo derroto, sólo quedará su hermana. Prepárate, “hermanita”. Voy a hacerte pedazos con todo mi poder restante)—Pensó la diosa Atenea cubriendo de energía divina su lanza de nuevo.

—¿Estás segura de que quieres hacer eso?—Le preguntó Adamas curioso, calmado y serio con hostilidad.

—Si uso todo mi poder, no habrá esperanza para vosotros, “queridos” hermanos—Dijo Atenea con seriedad y manteniendo la calma mientras se sentía humillada—Es una pena que no uséis magia.

—Nosotros no solemos usar la energía en estado puro porque no queremos—Dijo Adamas lanzándose contra Atenea empuñando su lanza dorada con valentía y determinación ardiente.

—Qué pena que sólo la transforméis para usarla. Jamás conoceréis todo su potencial si la usáis así—Dijo Atenea bloqueando el ataque del rubio y cubriéndose completamente de un aura de energía dorada que comenzó a afectar a su cuerpo.

La pelinegra comenzó a usar toda su fuerza física para romper la lanza del rubio, pero este no pareció sorprenderse al ver que la diosa de la guerra estratégica estaba haciendo que él retrocediera.

—¿Por qué no te sorprendes aún, dios de la paz y el amor eterno?—Le preguntó Atenea muy sorprendida mirando sus ojos fijamente.

Un ataque que venía desde la derecha de la diosa de la sabiduría estuvo a punto de alcanzar su costado derecho. Su armadura casi fue penetrada por el filo inferior de la lanza dorada de cierta diosa rubia, pero dicho ataque fue contrarrestado por un veloz ataque que mostró unos reflejos amplificados. La diosa Atenea estuvo diez minutos defendiéndose sin problemas de los gemelos rubios y estos dejaron de atacar sin inmutarse. Era obvio para la diosa que algo estaba haciendo mal, pero no sabía qué era lo que estaba haciendo de la manera equivocada. Si los gemelos no se estaban mostrando preocupados, era porque algo tenían planeado.

—Tal vez nos termines golpeando. Estás demostrando ser una adversaria muy poderosa, pero aún sigues chocando contra el mismo muro—Dijo el dios rubio poniéndose en una posición defensiva.

—¿Por eso te pones a la defensiva, Adamas?—Le preguntó Atenea al dios rubio sonriendo con arrogancia—Veo que tienes miedo, aunque no lo aparentes.

—¿Miedo? Yo veo que la única que empieza a tener miedo eres tú—Dijo Evelia desafiante—Si no lo tuvieras, no habrías incrementado tanto tus reflejos ante dos insectos como nosotros. Tu arrogancia indica que te consideras inferior en algo y lo compensas con esa soberbia tuya. ¿Me equivoco? Si lo hago, demuestra que puedes derrotarnos y pruébalo.

—Sólo queréis provocarme para que agote mi energía divina—Dijo Atenea dejando de hacer fluir energía dorada alrededor de su cuerpo y de su arma.

Sus reservas de energía estaban al nueve por ciento. Debía ganar sirviéndose de su inteligencia, de su habilidad para el combate y de los hechizos que había usado.

Adamas y Evelia se lanzaron de frente contra la diosa de cabello negro y ella bloqueó el ataque conjunto de ambos, pero, enseguida, la rubia saltó hacia arriba y, supuestamente, trató de clavar en la cabeza de su adversaria el filo superior de su lanza dorada con toda su fuerza. La pelinegra de ojos amarillos se echó hacia atrás y el gemelo mayor saltó hacia arriba e hizo una voltereta con el propósito de situarse detrás de ella, lo cual funcionó a la perfección. Acto seguido, el dios de la bondad trató supuestamente de atravesar el lado izquierdo de la espalda de su “media hermana” para poder atravesar su corazón con el filo inferior de su lanza dorada.

La diosa pelinegra saltó hacia arriba a una velocidad increíblemente alta y casi imposible de seguir y una batalla con armas en la que el combate cuerpo a cuerpo estaba implicado también comenzó a ser librada. La batalla era muy encarnizada y la valentía de los gemelos ante su poderosa y temible adversaria era notable. Tanto Adamas como Evelia recibieron unos pocos golpes del arma de la diosa de la sabiduría, la cual los había podido golpear en cuatro ocasiones, y la otra mitad de cada uno de los gemelos se había preocupado muchísimo por quien había resultado dañado en cada momento, pero los daños habían sido muy leves y no había habido heridas. La diosa Atenea estaba logrando acertar golpe tras golpe a los gemelos rubios, pero tanto esfuerzo físico le estaba causando un gran desgaste a nivel físico. Los gemelos estaban a la defensiva y todavía tenían la mitad de sus fuerzas. Atenea sabía que le quedaba poco tiempo, así que, tras una hora combatiendo con fiereza, decidió darlo todo. Debía aplastar a esos insectos tan molestos cuanto antes.

—Sois más poderosos de lo que creía. Vuestra fuerza es considerable sin duda, pero mi poder… es mucho mayor en este momento—Dijo la diosa de la guerra y de las artes con gran asombro al inicio y con arrogancia al final.

—La fuerza y el poder no son lo mismo. Tú tienes mucho poder, pero eres débil—Dijo Adamas poniéndose a la defensiva mientras veía a Atenea correr hacia él para atravesar su corazón con la punta superior de su lanza.

—Cierra la boca, maldito insecto—Dijo Atenea molesta tratando de hacer lo que se proponía, pero una lanza dorada partió en dos la suya enseguida de un solo golpe.

—Te has distraído de nuevo, Atenea—Le dijo Evelia sonriendo de forma triunfal—Ya te dijo mi hermano que no debías pensar que la debilidad mía era que luchaba junto a él siempre.

La asombrada diosa Atenea miró con molestia a la rubia de ojos verdes y cuerpo poderoso y frágil a la vez tomando a una velocidad sorprendente la mitad de su arma que tenía el filo superior. Comenzó enseguida a usar su lanza partida en dos como dos armas separadas. El combate se comenzó a complicar más para los gemelos, ya que la diosa incrementaba todo lo que podía su velocidad y su fuerza mientras continuaba atacando con patadas y con ataques cortantes sin dar tiempo para descansar a sus adversarios. La diosa pelinegra era intocable, pero estaba cansada. Si no hubiera sido por sus reflejos aumentados, por su velocidad aumentada y por su fuerza aumentada, la habrían derrotado ya debido al cansancio. Los gemelos rubios recibieron algunos ataques de lleno y ninguno pudo hacerles un solo corte, pero la preocupación no evitó que continuaran con su plan. Ambos sabían que la diosa tenía un límite. Sólo debían continuar forzándola a usar todo su poder divino y todas sus fuerzas para que lo alcanzara. Cuanto más atacaba, más agitada era la respiración de la diosa pelinegra. Sus adversarios le lanzaban algunos ataques que ella evadía sin problemas y otros que ella bloqueaba sin ninguna dificultad.

—(Si continúo así, seré yo la que pierda. Debo poner todo en un último ataque)—Pensó la diosa Atenea con temor—(Miedo. No puede ser. Por primera vez en mucho tiempo, siento miedo).

La diosa de las artes y la guerra se quedó parada en donde estaba y comenzó a cargar energía en su lanza sin parar a una gran velocidad.

—(Es la hora, hermanita. Debemos proceder)—Dijo Adamas decidido a continuar con el plan, ya que sabía perfectamente que todo estaba yendo como debía ir.

—(Es hora de ganar, mi dulce y maravilloso hermano)—Pensó Evelia tan decidida como su hermano y sintiéndose segura al cien por cien de que la victoria estaba cerca.

Los gemelos enamorados retrocedieron dos metros de un salto y aterrizaron en el suelo sin mirar hacia atrás. Acto seguido, tanto Adamas como Evelia clavaron en el suelo su arma divina. Adamas la había clavado a su derecha y Evelia la había clavado a su izquierda. Ambos la habían clavado en el suelo usando el filo inferior. Adamas comenzó a hacer fluir electricidad por todo su cuerpo con una intensidad de un millón de amperios. Evelia estaba haciendo exactamente lo mismo que su hermano en aquel instante. Ambos colocaron un brazo en el aire para cargar en la mano de dicho brazo un poderoso rayo, el cual comenzó a formarse a una gran velocidad. La mano derecha de Adamas y la mano izquierda de Evelia estaban cargando un rayo de gran poder cada una por su cuenta.

—¿C-Cómo puede quedarles tanto poder como para generar rayos de esa intensidad? Es una locura. No deben de tener ni el cincuenta por ciento de su energía total. ¿Cómo hacen para tener tanta energía divina? Algunos dioses tienen más energía que otros—Susurró muy sorprendida y con bastante temor Atenea.

La diosa de la sabiduría apartó el temor y se centró en la victoria que deseaba alcanzar. Su lanza tenía tanta energía acumulada que su poder divino podía sentirse a treinta kilómetros de distancia.

Los gemelos divinos, en cambio, tenían ya creado un rayo de inmenso poder divino concentrado en un tamaño normal. Su poder divino podía sentirse a setenta kilómetros de distancia.

—(Tranquila, tranquila, tranquila. Ellos son sólo semidioses convertidos en dioses. Tú viviste durante varios siglos como una diosa y naciste como una)—Pensó Atenea tratando de conservar la calma, pero le costaba mucho mantenerla.

La diosa de cabellos negros comenzó a hacer girar con sus dos manos su lanza a toda velocidad mientras acumulaba la energía divina que le quedaba en ella, completando finalmente la carga de energía. Acto seguido, disparó un colosal rayo de energía dorado que fue a una velocidad muy superior a la de su descarga de energía de antes contra los gemelos divinos de ojos verdes brillantes. Adamas y Evelia no dudaron en lanzar sus rayos con toda su fuerza y a toda velocidad hacia el ataque de la diosa de la sabiduría. Ambos rayos colisionaron de frente con dicho ataque y, al tocarse la electricidad de ambos ataques divinos, se creó un rayo de dos millones de amperios de intensidad que continuó rivalizando con el rayo de energía dorada de la diosa soberbia. El choque de energías comenzó a hacer que la energía eléctrica y la energía divina en estado puro comenzaran a arrasar el terreno sin dejar nada en su lugar, ni siquiera los cadáveres de los dioses muertos. El cielo estaba siendo afectado por la poderosa electricidad y por la poderosa energía dorada. El estruendo era tan fuerte que era imposible que la diosa olímpica y los dioses no olímpicos se comunicaran entre sí a gritos. Los animales del cielo huían despavoridos por el choque de poderes tan colosales y tan destructivos. La cima del monte Olimpo comenzó a volverse inestable y fue entonces cuando los dioses tuvieron que reaccionar. Atenea hizo que su ataque se tratara de dirigir hacia los gemelos rubios de forma automática y estos no tuvieron que hacer nada, ya que su ataque había sido lanzado ya y no lo controlaban ellos.

—Hermano, la cima está perdiendo partes a una velocidad vertiginosa. Si no nos vamos volando, nos caeremos. Si caemos al suelo desde esta altura, nos dolerá tanto el cuerpo que no podremos levantarnos. Atenea ganará si no podemos levantarnos del suelo—Le dijo extremadamente preocupada Evelia a Adamas mirándolo fijamente a los ojos.

—Hermanita, tienes razón. Es hora de transformarnos—Dijo Adamas justo antes de adoptar la forma de un águila.

Su hermana lo imitó y ambos se fueron volando convertidos en águila. Atenea, quien estaba muy sorprendida de que los gemelos hubieran lanzado un ataque tan poderoso contra su ataque más destructivo, se fue volando convertida en lechuza.

El rayo contenía el rayo de energía. Si no era derrotado, este jamás podría llegar hasta sus objetivos. El poderoso rayo comenzó a tener ventaja, ya que su poder era superior al del rayo de energía de la diosa conocida como la de los ojos de lechuza. Unos segundos después, el rayo de dos millones de amperios destruyó completamente en una explosión colosal y sin precedentes el rayo de energía divina de Atenea y la explosión de los dos ataques juntos comenzó a destruir todo mientras una colosal onda expansiva destruía todo en trescientos kilómetros a la redonda sin dejar nada con vida. Varios bosques fueron arrasados y todo lo que había en ellos murió en el proceso. Lagos fueron destruidos y árboles fueron reducidos a cenizas debido a la destrucción del terreno. Un gran cráter quedó unos segundos después y los tres dioses tuvieron que aterrizar en el suelo y usar el talismán de transformación para regresar a su forma verdadera. Sin esos talismanes, ninguno de ellos habría podido transformarse, ya que la reserva de energía puesta en ellos al principio de la batalla había servido para convertirlos en las aves que habían salido volando. Sin esos talismanes, los tres dioses habrían caído al suelo debido a los temblores causados por sus ataques divinos o debido a la destrucción de la cima del monte Olimpo. Atenea suspiró aliviada y los dos jóvenes rubios se sintieron muy tristes por toda la destrucción y la muerte que habían causado con su poder divino. No había tiempo para la tristeza. Lo habría luego. Ahora debían acercarse a su “media hermana”.

La diosa Atenea apenas podía caminar y el efecto de su hechizo había finalizado ya. Ahora estaba exhausta. Cada paso que daba la acercaba a su derrota un poco más. No podía creerlo. Ella había perdido. Los gemelos rubios corrieron hacia ella con los puños apretados con fuerza y sin rabia alguna y se acercaron a la diosa para atacarla dándole varios golpes consecutivos por la izquierda y por la derecha.

—Tendrás que ser castigada por lo que has hecho hoy…—Dijo Adamas con algo de tristeza sin dejar que esta dominara su ser.

Varios golpes del joven rubio en el rostro de la diosa pelinegra hicieron que esta cayera al suelo. La rubia le golpeó el estómago con la pierna derecha a Atenea tras haber saltado sobre su cuerpo.

—¡Aaaaaaaarg!—Exclamó con mucho dolor la diosa de la guerra.

Evelia saltó hacia atrás y se puso de pie a la izquierda de su hermano gemelo con una mirada muy llena de tristeza. Adamas mostraba la misma mirada.

—Si no te resistes, será menos dolorosa para ti tu captura…—Dijo Evelia con tristeza contenida, calma y seriedad—Perdona, Atenea…

—¿C-Cómo habéis podido derrotarme?—Preguntó la diosa sin comprender por qué había perdido.

—Si no fueras tan arrogante, habrías entendido por qué has perdido…—Le dijo calmado y serio Adamas dejando salir parte de su tristeza—Fue tu arrogancia lo que te llevó a tomar malas decisiones y a subestimarnos una y otra vez. No te diste cuenta de todo lo que habías hecho mal porque sobreestimaste tu propio poder. Te creíste capaz de hacernos frente y derrotarnos sin mucho esfuerzo. Nosotros te fuimos agotando y usamos tus distracciones, las cuales fueron sobre todo debido a tus emociones negativas, las cuales no supiste controlar en momentos clave. Por eso perdiste, Atenea. Tu soberbia fue la causa de tu derrota…

—¿Por qué iba a dejar que me llevarais al Tártaro o que me pusierais un castigo como el de Prometeo? ¿Por qué iba a permitir que me hicierais servir a una nación de hombres por mucho tiempo? Elijáis lo que elijáis, será cruel y no lo aceptaré. Lo haréis cruel, como todos los dioses hacen—Dijo Atenea con desprecio hacia ellos—Me dais asco. Nunca tuvisteis lo necesario para ser dioses. Ahora queréis castigarme. Me dais asco. Al menos, haréis algo que hacen los dioses, pero no creo que podáis hacerme algo. No aceptaré la derrota.

Atenea sonrió con malicia y sacó un objeto con forma de cubo hecho de mármol y que tenía símbolos griegos relacionados con el monte Olimpo y trató de lanzárselo a los gemelos rubios.

—E-Eso es… ¡un amuleto explosivo!—Dijo Adamas muy sorprendido pisando el antebrazo izquierdo de la diosa Atenea con mucha fuerza y a una gran velocidad.

—¡Aaaaaaaarg!—Exclamó la diosa debido al dolor.

Justo después, habiendo absorbido Atenea la suficiente cantidad de energía divina del objeto, creó una esfera hecha de dicha energía en la palma de su mano derecha que trató de lanzar a los gemelos rubios, pero Evelia, sabiendo lo que debía hacer para detener a la diosa, se abalanzó sobre ella y tomó una piedra afilada del suelo con su mano izquierda que colocó frente al cuello de esta. Si Evelia hacía un movimiento, la diosa Atenea fallecería allí mismo.

—Detente, Atenea…—Le dijo Evelia suplicante con lágrimas brotando de sus ojos sin parar por haber causado ya muchas muertes de seres inocentes.

—Prefiero morir antes que vivir avergonzada por quienes me pudieron derrotar—Dijo Atenea con desprecio y frialdad hacia la joven diosa rubia.

La esfera de energía divina aún estaba en la palma de la mano de la diosa de cabellos negros. La diosa rubia, sintiendo cómo seguían cayendo lágrimas de sangre por sus mejillas, clavó fuerte y velozmente la piedra afilada en el cuello de su “media hermana”. Acto seguido, Evelia soltó la piedra afilada y vio con lágrimas incesantes cómo moría ante sus ojos por asfixia y desangrándose la última diosa del Olimpo. Una mano tomó delicada y tiernamente la mano derecha de la joven Evelia y esta miró con lágrimas brotando de sus ojos verdosos al dueño de dicha mano. Se trataba de Adamas, quien lloraba tanto como ella y la miraba con una preocupación inmensa. Ambos decidieron ver el final de Atenea juntos y, tras asentir con la cabeza al mismo tiempo una sola vez, miraron con toda su atención puesta en la diosa cómo esta moría de una forma desagradable pero no muy lenta.

Una vez muerta, teniendo la diosa de la guerra estratégica una expresión en su rostro que indicaba que había muerto asfixiada y desangrada por la parte del cuello, la rubia y su hermano comenzaron a llorar con mucho dolor en su corazón por haber causado tantas muertes aquel día, incluyendo la muerte de la diosa Atenea. Nunca le habían tenido mucho cariño, pero jamás le habían deseado ningún mal. Aunque habían querido aguantar las lágrimas hasta haber resuelto la situación, como ellos hacían siempre, el arrepentimiento por las muertes causadas por el uso de su poder divino había hecho que rompieran a llorar antes de solucionar el asunto de la diosa de ojos amarillos como el rayo, cuya muerte había hecho que ambos se sintieran aún más arrepentidos.

—Adamas, todos los seres que hemos matado tenían vida. Algunos tenían familia. Todos los cadáveres que hemos ayudado a destruir hoy con nuestro poder divino debían ser enterrados. Mi ardiente príncipe, hemos cometido actos terribles sin querer. Hasta hemos tenido que matar a una persona…—Dijo Evelia absolutamente triste y derramando lágrimas de sangre mientras abrazaba la cintura de su hermano mayor con ternura y delicadeza infinitas pegándose a él tanto como podía y hundiendo el rostro en su pecho.

—Evelia, debemos estar juntos y superarlo juntos. Si queremos que todos nuestros pecados no hayan sido en vano, debemos hacer lo correcto. No soporto verte llorar. Mi corazón se parte en un billón de pedazos cuando mi bella dama llora…—Dijo Adamas sintiéndose tan mal como su hermana y derramando tantas lágrimas como ella mientras correspondía al abrazo que ella le había dado hacía poco tiempo.

El joven rubio comenzó a besar delicada y tiernamente los labios de su amada Evelia con todo el amor de su corazón, el cual seguía siendo tan humilde y tan compasivo como en su época de semidiós. La joven Evelia, cuyo corazón seguía siendo el mismo que en su época de semidiosa, se sentía enternecida por la dulzura y por la ternura con las que su hermano la trataba. Ella comenzó a dejar algunos besos en su cuello para tratar de hacer que él se sintiera mejor, ya que sería capaz de sentirlos por no llevar algo que protegiera esa parte de su cuerpo. El joven Adamas estaba sintiendo una gran ternura debido a las acciones de su adorable y tierna hermana menor, a la cual amaba, necesitaba y deseaba con todo su corazón. Ella sentía lo mismo por él y no iba a dejar que nada malo le sucediera. Ahora que los dioses injustos habían dejado de existir, ambos hermanos tendrían todo el tiempo del mundo para poder convertir su dolor en algo bueno y seguir luchando para lograr su objetivo, un objetivo extremadamente importante, uno que sería crucial para que el hombre tuviera un futuro verdaderamente próspero. Primero, las dos mitades del reflejo divino debían desahogarse y recuperar su alegría.

CONTINUARÁ…

10. Februar 2021 14:44 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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