raccoon_clint Raccoon Clint

Ahí, donde el hombre jamás ha llegado. Ahí, donde lo desconocido reina. Ahí, donde las grandes historias ocurren. Ahí, una leyenda más espera ser contada. Un relato corto y entretenido que le dio inicio a mi pasatiempo como escritor. No es lo mejor, pero por algún lado debía empezar.


Fantasy Episch Alles öffentlich. © Derechos Reservados

#RaccoonLegends #fantasía #dioses #espada #leyenda
Kurzgeschichte
1
783 ABRUFE
Abgeschlossen
Lesezeit
AA Teilen

La espada en la Meseta


Las Mesetas De Olive se habían vuelto famosas por un antiguo relato que narraba la historia de una peregrinación atacada por una tempestad terriblemente hostil, capaz de derribar a un hombre adulto sin mayor complicación y lo suficientemente robusta como para no dejar ver más allá de la nariz. Esta historia cuenta que los peregrinos rezaron tanto y con tanta pasión que Olive, dios de la lluvia y el viento, alzó su mano sobre los cielos y acertó cinco rayos consecutivos sobre la tierra en un acto de misericordia. El suelo tembló tanto que, de él, emergieron cinco altiplanos —uno de ellos, y el más grande de todos, frente a los peregrinos— y el sonido fue tan ensordecedor que las nubes se disiparon en un abrir y cerrar de ojos. Cuando los peregrinos llegaron a su destino y hablaron acerca de lo acontecido, la historia se difundió como ninguna otra, creando la incertidumbre en creyentes y seguidores al punto de hacer de esas mesetas un lugar sagrado.


Con el tiempo, la gente averiguó que las tierras de ese sitio eran extraordinariamente fértiles y vírgenes, así que no dudaron al crear asentamientos y pequeños campamentos alrededor de las mesetas, especialmente en la más grande de ellas. Años más tarde se había hecho de ese lugar un santuario dedicado única y exclusivamente a la adoración del dios Olive, pero nadie, en todo ese tiempo, llegaó a pisar más arriba de la meseta. Varias expediciones se habían hecho para alcanzar la cima y construir arriba de ella, pero, siempre que se hacían, un accidente lo impedía, como si una fuerza misteriosa no quisiera que llegaran ahí; desde derrumbes imprevistos, lloviznas que dificultaban la tarea o ventarrones que lo hacían imposible. Pronto se había escrito en esos templos que solo alguien digno de conocer a Olive llegaría a la cima, avivando aún más la importancia de ese lugar.


Previo a estos acontecimientos, ya existía un santuario hecho para venerar al dios Olive, pero los seguidores de la religión habían comenzado a ignorarlo luego de escuchar aquella fantástica historia de su dios haciendo un acto divino en tiempos tan poco remotos. Esto hacía enfurecer a los sacerdotes de ese templo y, rápidamente, terminaron usando su influencia a los oídos del rey para hacerle creer que las acciones de esa meseta eran poco ortodoxas y conspiraban contra la fe de su pueblo. El rey, pasivo y sereno, envío a sus mensajeros a pedir que desalojaran esas tierras y se retiraran para que él y su corte pudieran administrarlas en conjunto al antiguo templo o, de lo contrario, lo harían por la fuerza. Sin embargo, los residentes habían dialogado con estos mensajeros diciendo que se trataba de un ultraje, que la furia de Olive mismo caería si no protegían el lugar. Así es como la riña entre los pobladores de las mesetas y las filas del rey comenzó.


Los creyentes sabían que era una batalla perdida, que el ejército de la realeza los superaba en mil a uno y que ellos ni siquiera contaban con una armada, pero su fe también les decía que, ahora más que nunca, debían de subir a la cima de esas mesetas y averiguar qué misterio se encontraba arriba, en su desolada planicie. Mientras que unos preparaban sus armas y creaban barricadas para recibir el inminente ataque, otros más aventurados se lanzaban a encarar a la empinada pendiente, pero uno tras otro fueron fallando en su cometido. Poco a poco, la gente de ese remoto templo comenzaba a perder las esperanzas. Los días corrían, los intentos continuaban pero ninguno de ellos llegó a superar los trescientos metros de altura. La desesperación de los expedicionarios se había hecho tan aguda que, en envalentonados intentos, empezaban a caer de forma desenfrenada por su poca precisión.


El día del juicio había llegado una mañana soleada de contornos cálidos. Era un hermoso día, pero la gente temblaba al ver como una gran hilera de infantería y caballería amenazaba con invadir su santuario. Las dos fuerzas chocaron en una sanguinaria batalla que, pese a la gran diferencia entre ambos bandos, parecía interminable. Campesinos y guerreros se masacraron los unos contra los otros, pero la batalla se había quedado estancada en un solo frente que no avanzaba ni retrocedía. El ambiente era sumamente catastrófico.


En un último acto de valía y fe ciega, un último grupo de expedicionarios se había envalentonado y se había armado con los pocos recursos que tenían para escalar la meseta o morir en el intento. De todos, ellos habían sido los primeros en sobrepasar la mitad de la meseta. Esta escena fue presenciada por los pobres creyentes que luchaban en el frente, y avivaron sus ganas de defenderse aún sabiendo que perderían, pero los profetas hablaban de esos aguerridos alpinistas como la única esperanza, alentando a su gente, no a defender el lugar, sino a ganar tiempo para que ellos pudieran alcanzar lo más alto de la meseta.


El duelo se había prolongado desde que el sol había salido hasta poco antes de que la luz estuvo por ocultarse. El grupo de alpinistas se había reducido a una única persona, causa de diversos accidentes y fallos durante el ascenso. Pero, muerto de hambre, deshidratado y cansado, ese último hombre finalmente hizo lo que ninguna otra persona había podido y puso sus pies en el césped que crecía en la planicie solamente para apreciar que no había más que piedras y tierra mojada. Frustrado, el alpinista arrancó el césped, pateó el suelo y gritó furioso hasta caer rendido sobre el suelo. Cuando al fin estuvo convencido de que moriría por inanición, se puso de rodillas y rezó por la gente que mantenía su lucha abajo, defendiendo su templo. Sin aviso, el cielo se llenó de nubes, el aire rugió con fiereza y otros cinco rayos cayeron sobre la meseta más grande. Olive había bajado de los cielos y se presentaba solemne frente al agotado alpinista, quien apenas era capaz de hablar.


—¿Quién se atreve a escalar las mesetas que yo mismo he alzado?— preguntó Olive al ver al alpinista.


—Soy yo, gran señor de las aguas, un fiel seguidor suyo.


—¿Y qué es lo que has venido a buscar?


—Le suplico misericordia en nombre de la gente de este pueblo y de las personas que intentan defenderlo— el alpinista arrastró las rodillas hasta los pies del dios Olive y agachó la cabeza.


—Ponte en pie, hijo de la tierra— ordenó el dios—. Por la valía que tú y tu escolta han demostrado, ayudaré a tu pueblo.


Mientras el explorador se ponía de pie, Olive tomó un mechón de su cabello y arrancó uno de ellos mientras lo extendía a lo largo de su brazo. En un destello idéntico al de un rayo, Olive convirtió ese mechón en una espada que poseía un brillo tan reluciente como el de un espejo.


—Toma— el dios le tendió la espada a su discípulo—, lleva esto al frente y, cuando la lluvia empiece a caer, corta el aire en dirección a los invasores. Protege está arma con tu vida y no permitas que caiga en manos infieles.


Al sujetar el arma, el explorador sintió la energía de mil huracanes recorrer todo su cuerpo y vio como el filo del arma se inundaba en una llama azul que lograba iluminar toda la meseta. Una vez su dios se retiró y con las energías recuperadas, el explorador bajó la meseta y corrió hasta el frente de batalla mientras era recibido por los profetas preguntando por lo que había visto en la cima de la colina. Él les contó todo lo que había sucedido y habló sobre las indicaciones que Olive le había dado, así que lo armaron con el mejor equipo que habían encontrado (unas botas, pantalones, camisa, chaqueta de cuero y guantes, todos en un estado mediocre) para esperar a que el diluvio cayera. Cuando la primera gota calló, el hombre salió hasta el valle y vio a la enfurecida muralla de guerreros acercarse a él pero, sin miedo y siendo empapado por el rocío de la lluvia, desenvainó la espada y la ondeó de lado a lado, liberando al fuego que emanaba de ella y provocando una ventisca que fue capaz de tirar a soldados y jinetes de un solo golpe. Temerosos, los invasores intentaron levantarse una vez más, pero el alpinista arremetió con una segunda tajada, logrando ahuyentarlos.


Ese día, las inmensas filas de guerreros huyeron al ser abatidos por un solo hombre y los pobladores de las mesetas cantaron victoria bajo la lluvia al saber que su dios los protegía. Al no ser una sociedad violenta, los mismos encargados del santuario en las mesetas siguieron a los invasores hasta las tierras del rey y divulgaron la historia con emoción y gratitud. El rey, viendo su error, se disculpó con ellos y les otorgó el perdón junto a una pensión que cubriría los daños hechos y mucho más.


Esta es la única historia donde se tiene registro del uso de “La Espada de Olive” desde su creación. A pesar de que el nombre del alpinista se perdió con el paso de los años, se construyó un monumento en su nombre y el de su escolta donde los viajeros pueden ver una réplica de la espada, mientras la original es custodiada en el santuario que se halla al pie de la meseta.


Y esa, mi querido lector, es la leyenda de

La Espada En La Meseta.

12. Januar 2021 00:31 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
1
Das Ende

Über den Autor

Raccoon Clint ¿Buscabas algo?

Kommentiere etwas

Post!
Bisher keine Kommentare. Sei der Erste, der etwas sagt!
~

Verwandte Stories