juli_amatto Julieta Amatto

Serie de OS relacionados a amores no correspondidos, amores ocultos, o amores que nunca podrán ser aclamados al mundo. Sin personajes específicos (habrá tanto de la saga Harry Potter, algunos k-dramas que he llegado a amar, y de otras películas o series, actores o cantantes, o incluso inventados por mí). La frecuencia de la publicación estará directamente relacionada con mi inspiración.


Romantik Junge Erwachsene Romantik Nur für über 18-Jährige.

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Tarta de limón


Siempre los distinguiría, era algo de lo que podía estar segura.

¿Cómo confundir a Fred y George Weasley?

Llevaban sus cabellos rojizos “despeinados” de distinta forma. Sus ojos poseían tonalidades azules que no se parecían en nada. Hasta la manera que tenían de caminar podía diferenciarse.

Por supuesto, eran pocos los que apreciaban estas peculiaridades entre los gemelos, pero Hermione siempre se había jactado de ser una persona muy minuciosa y detallista a la hora de observar a otros, y Fred y George no serían su excepción.

Siempre los había distinguido, y lo seguiría haciendo. Aún con el rostro bañado en lágrimas, como lo había tenido ese día.

¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que ser tan doloroso?

Su relación con Ron había terminado, luego de dos años. Dos años en los que realmente había intentado ser feliz, como todos merecen serlo, junto a la persona amada. Porque sí, lo había amado. Y mucho. Pero, por más que doliese admitirlo, Hermione había comprendido durante esos dos años que aquellos odiosos dichos muchas veces podrían volverse realidad.

Simplemente, el amor, algunas veces, no alcanza.

No alcanzaron las sonrisas tímidas que se daban por las mañanas al cruzarse en los pasillos de Hogwarts, ni los primeros “te amo” que la habían llenado de ilusión. No fueron suficientes sus manos entrelazadas al caminar juntos por el Callejón Diagon. Ni los mensajes que se enviaban, por medio de lechuzas, cuando Ron se encontraba en alguna misión a miles de kilómetros de distancia, diciéndose cuánto se extrañaban.

Nada había sido suficiente. Y por eso todo se había perdido.

Si Hermione tuviese que haber dado una definición a los últimos meses de su relación con Ron, hubiese utilizado una simple palabra para abarcarla por completo. Monótona. Simple y llanamente monótona. En algo tan aterrador como eso se habían convertido. En una especie de círculo vicioso sin sentido, descarrilado, sin rumbo fijo. Había dolido mucho haber tenido que admitirlo. Pero, luego de semanas de haber esquivado a Ron y a la resolución que finalmente debía llegar a sus vidas, aquel momento se había presentado. Habían terminado.

Ron se había marchado imprevisiblemente a una misión de práctica, junto con Harry, y ella le había hecho llegar un mensaje ─mediante aquellos sobres voladores que iban de acá para allá, entre piso y piso, por todos los recovecos del Ministerio de Magia─ antes de que partiese, porque no quería alargar más el asunto.

“Creo que deberíamos tomarnos un tiempo…”

Eso había escrito. Sólo esas seis simples palabras, sin firmar. Sabía que él comprendería a lo que se estaba refiriendo. Y no se había equivocado. Al cabo de cinco minutos, había recibido su respuesta: un sobre volador se había posado delicadamente sobre su escritorio, en su oficina, dentro del Comité de Regulación de Criaturas Mágicas.

“Lo sé…”

Era lo único que Ron se había atrevido a responder. Siempre él había sido de pocas palabras, demasiadas pocas palabras para su gusto, cuando de sentimientos se trataba. Sólo con esa contestación Hermione sabía que todo había concluido, y que se habían distanciado. Él seguramente estaría ocupado con su misión, y ella se metería en su trabajo hasta olvidarse de todo.

─Hermione, ¿eres tú?

La voz de Fred había sonado lejana. Sí, estaba segura que aquella era la voz de Fred Weasley, era imposible no distinguirla. Profunda. Misteriosa. Casi siniestra. Completamente opuesta a la voz de George, que siempre sonaba un poco más aguda, sólo un poco, para quien pusiese suficiente empeños en oírlos. En saber diferenciarlos, tan detalladamente.

─Hermione… me asustas, ¿qué ha ocurrido?

Podía sentir las palabras de Fred cargadas de inquietud y, para su asombro, de preocupación. Una preocupación demasiado palpable. Una preocupación que la hizo elevar su rostro, y entre lágrimas, fruncir el ceño, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo. ¿Por qué Fred estaba allí, junto a ella? ¿No debería estar en uno de sus viajes en los que recorría el mundo? ¿Había regresado antes y, por una casualidad del destino, se encontraba caminando por aquel parque… el mismo parque en el que ella había decidido ocultarse?

Con todas aquellas preguntas rondando por su mente, y sin saber muy bien qué contestar, Hermione se limitó a observarlo, intentando descifrar alguna respuesta a todos los interrogantes que se había planteado.

─Yo… ─limpió un poco sus ojos, con el dorso de su mano, y se limitó a sonreír tristemente, aún mirando a su ex-cuñado, mientras una leve brisa anunciaba la llegada de una posible llovizna ligera─. Hemos terminado ─soltó, mientras un nudo se formaba en su garganta: era la primera vez que decía aquellas palabras en voz alta, y parecía ser una forma muy dolorosa de enfrentar la realidad─. Nos hemos tomado un tiempo… ya sabes, para pensar claramente las cosas.

A través de su desordenado flequillo, Hermione pudo notar cómo Fred abría los ojos, sólo un poco más de lo habitual, como si estuviese impresionado. Claro, todos lo estarían. Hermione sabía que debía esperar varias reacciones parecidas a la del joven que ahora la miraba como perdido en sus pensamientos. Cómo no esperarlas, cuando todos sabían lo mucho que había amado a Ron… desde siempre, así había sido. Todos afirmaban que ellos acabarían finalmente juntos, desde siempre.

─¿Has terminado… ─Hermione volvió la vista hacia su interlocutor, que parecía intentar comprender del todo bien la frase que ella había enunciado─ …has terminado con Ron?

─Sí, con Ron ─afirmó Hermione, moviendo sus dedos sobre su flequillo, intentando acomodarlo─. No he tenido otro novio, que yo sepa... y no creo tenerlo tampoco, a decir verdad ─concluyó, volviendo a posar la vista en el parque que los rodeaba.

─Déjalo así.

─¿Qué? ─se giró, sin entender del todo las palabras del hermano de Ron.

─Que dejes así tu flequillo ─respondió el pelirrojo con total naturalidad, alzando su mano y retirando la de ella misma de su cabello, que aún no había logrado acomodar de forma decente─. Siempre te ha quedado bien así…

─Oh…

Fred no había soltado el agarre de su mano, y le transmitía una calidez que Hermione no pensó volver a sentir. Sabía que en aquellos momentos repletos de tristeza, cualquier persona necesitaba de una muestra de afecto, por más simple y efímera que fuese. Pero jamás pensó encontrarla en el hermano de su antiguo novio, y eso la hizo sonrojarse, sólo por el hecho de pensar que le hubiese gustado no sólo aquel mínimo contacto… tal vez, otro, un poco más profundo. Tal vez un abrazo.

─No llores, Hermione… ─prosiguió hablando Fred, haciendo movimientos circulares sobre el dorso de su mano, con su pulgar─. Sé que mi hermano te ama… pero, a veces, el amor no es suficiente, ¿verdad?

“El amor, algunas veces, no alcanza…”

Hermione recordó al instante la frase que había leído en uno de sus libros románticos. Sí, porque ella era una romántica empedernida, y creía que nadie lo sabía. Así que no pudo hacer nada más que fruncir el seño al oír sus propios pensamientos en los labios de aquel joven que ahora buscaba algo en el bolsillo de su pantalón, sin haber soltado aún su mano. Sin poder contenerse, pensó que le hubiese gustado muchísimo que Ron fuese el que se encontrase allí, junto a ella, bajo el árbol de aquel parque. Pero no, él simplemente había aceptado su decisión, y se había marchado. Sin luchar por ella. Sin intentarlo.

─Y tampoco creo que nunca vayas a encontrar otra persona que pueda amarte, Herms… ─siguió hablando Fred, mientras le tendía un pañuelo, recién sacado de su bolsillo.

─Bueno, gracias por el cumplido… ─aceptó Hermione, mientras tomaba el pañuelo de color blanco que le tendía su “amigo”, si podría llamarse así. Nunca se había planteado qué tipo de relación tenía ella con los gemelos. Por supuesto, los conocía desde hacía muchísimo tiempo, cuando había sido seleccionada para pertenecer a Gryffindor, junto con Ron y Harry, y había ayudado mucho que ella se convirtiese desde aquel momento en mejor amiga de éstos. Y habían ayudado también los veranos compartidos en La Madriguera. Pero, más allá de cruzar unas simples líneas, y de pensar en ellos como “los hermanos de Ron”, nunca se había dignado a imaginar si podría llamarlos algo como “amigos”─. Y gracias por intentar levantarme el ánimo, Fred.

─¿Fred? ─preguntó el gemelo con la voz cargada de asombro. Hermione lo observó, con detenimiento, mientras limpiaba el rastro de lágrimas que había quedado en sus mejillas, con aquel pañuelo que él le había entregado, mientras se formaba en su cara un gesto de duda.

─Sí, Fred ─aclaró, sin comprender del todo─. Así te llamas, ¿o no?

─¿Cómo sabes que soy Fred y no George? ─la voz del muchacho pelirrojo parecía cargada de entusiasmo y ¿felicidad? Hermione se sintió un poco confundida por lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué Fred se sentiría feliz porque puedo reconocerlos?

Siempre lo había hecho. Siempre los había reconocido, aún cuando ellos intentaban engañar a las demás personas, intercambiando sus nombres. No era algo muy difícil para ella, después de todo. No cuando reconocía cada detalle minucioso con que podía distinguirlos.

─Eres Fred, es muy obvio ─respondió, entregándole una pequeña sonrisa.

─¿Obvio? ─respondió el aludido, soltando el agarre de su mano y cruzándose de brazos, como si aquel descubrimiento le resultase terriblemente impresionante─. Déjame decirte que no veo por qué es obvio que yo soy Fred. Ni siquiera nuestra madre puede distinguirnos a veces, lo sabes.

─Lo sé ─admitió Hermione, sin saber por qué la retirada de la mano de Fred le había provocado un repentino vacío en la boca de su estómago─. Pero yo soy un poco más detallista que tu madre, Fred, y puedo con ustedes.

Ante sus palabras, el pelirrojo soltó una sonora carcajada, que había llegado a iluminar sus ojos. Azules, por supuesto, como el color que tenían la mayoría de los Weasley. Azules, como los de su hermano gemelo George, y como los de Ron. Sí, ese mismo azul que tanto conocía. Pero a la vez tan diferente.

Casi más celestes, que azules. Más iluminados. Más misteriosos.

─Veo que sí, puedes con nosotros ─comentó Fred, volviendo a tomar su mano─. Y veo también que has sonreído ─continuó, susurrando sólo para ella, mientras la brisa despeinaba aún más su flequillo y su cabello, si aquello era posible─. Me encanta verte sonreír, Hermione…

Sin saber muy bien qué responder, dirigió la mirada hacia su interlocutor. Por supuesto que podría con ellos, los distinguiría aún con los ojos vendados, sólo por el sonido de su voz. Y, ahora, estando allí, frente a él, bajo aquel árbol que los protegía un poco de la brisa que casi se había transformado en viento, debió reconocer que no existía ningún otro sitio en donde se hubiese sentido mejor. Fred le estaba transmitiendo un sentimiento tan tranquilizador, tan maravillosamente cómodo. Como si aquel fuese el sitio exacto donde Hermione encontraría paz. Sólo ese, ningún otro.

─Yo… ─al no tener respuesta para las palabras que él había dicho, se limitó a sonreírle, agradeciendo que tuviese en consideración hacerle ese tipo de comentarios, para hacerla sentir mejor.

─Lo has hecho otra vez ─soltó, sin más, Fred, devolviéndole la sonrisa. Una sonrisa cargada de comprensión, de compañerismo, de sinceridad. Y, ante aquel pensamiento, Hermione comprendió que le gustaría, y mucho, poder ver en aquel joven pelirrojo algo más que el simple hermano de Ron. Algo como un amigo. Alguien en quien confiar─. Voy a pensar que intentas enamorarme.

─Oh, lo siento… es decir… ─estaba tan nerviosa por los comentarios del gemelo, que las palabras escaparon atolondradamente de sus labios. ¿Enamorarlo? Ella ni siquiera había podido mantener viva la relación con Ron, ¿cómo Fred podría llegar a pensar que lo vería de esa forma? Era imposible, ¿verdad? Sí, era realmente imposible─. Yo no sería capaz de algo así… es decir… eres, bueno, eres… eres el hermano de Ron, ¿no? ─sabía que había sonado como una chiquilla de quince años, pero más no había podido hacer. Hacía años, literalmente, que no se sentía nerviosa frente a un hombre. ¿Qué le estaría sucediendo? ¿Acaso Fred podía desestabilizarla de esa manera?

─Tranquila, Hermione ─le respondió él, suavizando aquella mirada tan azul, o celeste, o un poco de ambos colores, que ella ahora observaba sumida en sus pensamientos─. No creo que seas de ese tipo de mujeres, y sólo estoy bromeando ─completó, alejando otra vez la mano de su tacto, y dibujando en sus labios una mueca agradable y burlesca.

─Yo… ─comenzó, mirando el reloj en su muñeca, y recordando que aún era un día laboral y se había tomado más de la hora y media que generalmente usaba para el almuerzo─. Es tiempo de regresar al trabajo ─dijo, observando a su alrededor, sintiéndose repentinamente incómoda también─. Tú… ¿tú debes volver también?

─Sí, claro… sí ─respondió Fred, poniéndose de pie, y ofreciéndole su mano para ayudarla a hacerlo. Hermione no pudo negarse a sí misma que, sentir una vez más el contacto de la piel del pelirrojo sobre la suya propia, hizo que se ruborizase rápidamente, ante esa mirada audaz que el gemelo había adquirido de un momento a otro, como si la estuviese analizando─. Debo ir a recoger unos pedidos y a ponerme al día con el trabajo.

─Has vuelto antes de tu viaje ─agregó Hermione, mientras tomaba el bolso que había quedado en el césped, y sacudía un poco la tierra que se había adherido a él─. ¿Ha sucedido algo…?

─No ─respondió Fred, moviendo negativamente la cabeza. Hermione caminó a su lado, observando como una sonrisa volvía a aparecer en su rostro, como si estuviese recordando algo que le hiciese demasiado feliz─. Trabajo, solamente eso.

─Oh… ─dijo Hermione, correspondiendo a su mirada.

Celeste… definitivamente, celeste. Ese era el color de Fred. Celeste como el cielo despejado de una mañana de verano, no había duda de eso.

─Bueno, creo que nuestros caminos se dividen aquí ─agregó su acompañante, aún con aquella sonrisa en sus labios. Hermione sintió unas ganas inmensas de preguntarle por qué sonreía de esa forma, pero se dio cuenta que realmente eso no era de su incumbencia.

─Gracias por todo, y por el pañuelo ─dijo, levantando la mano que tenía libre, sosteniendo aquel trozo de tela blanca, que había resultado muy suave─. Prometo devolverlo en condiciones ─prosiguió─. Yo… creo que, bueno… adiós, Fred.

La sonrisa que continuaba enmarcando el rostro de Fred la hacía sentirse perdida. Y Hermione no acostumbraba a sentirse tan desarmada frente a otra persona. Tan vulnerable. Tan transparente. Como si el tuviese algo, un no sé qué, que la hiciese querer quedarse allí, por siempre. La sonrisa de Fred la estaba perturbando tanto que apenas había podido notar que ya se estaba alejando, cuando él volvió a hablar, elevando un poco la voz, para que la oyese entre la gente que caminaba por allí.

─¿Te veré el domingo en La Madriguera? ─preguntó, simplemente.

─Sí… claro, es el cumpleaños de tu padre ─respondió, girándose sobre sus pies, sólo un poco, para poder ver, por una última vez, como Fred la saludaba con su mano -con aquella mano de la cual no podía olvidar el tacto- y hablaba una vez más, dejándola aún más nerviosa e inquieta, si eso era posible.

─Te estaré esperando, Herms.

Siempre los distinguiría, era algo de lo que podía estar segura.

¿Cómo confundir a Fred y George Weasley?, pensó Hermione, mientras observaba a aquel muchacho alejarse. ¿Cómo podría no distinguirlos si eran tan diferentes entre sí?

Y no sólo por sus cabellos, o por sus ojos, o por su forma de andar, o por los tonos de voz… ahora sabía que había algo más en Fred que era peculiar, y que podría sumar a la lista de detalles que no compartía con su hermano gemelo: su fragancia.

Aquel pañuelo que Fred le había entregado tenía una particular fragancia a palo de escoba, a dulces, y a… aunque sonase increíble, a tarta de limón. Su preferida.

Hermione se sonrió a sí misma.

Cómo no distinguirlos cuando el pañuelo que Fred le había entregado olía justamente como una de las pocas cosas que podrían volverla loca... olía como uno de sus postres preferidos desde pequeña, que la hacían sentirse otra vez en casa.

Y sabía, además, de antemano, que Fred desprendería seguramente aquel aroma que tanto le gustaba...

La fragancia tan característica de la tarta de limón.

5. September 2020 23:58 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Fortsetzung folgt…

Über den Autor

Julieta Amatto 32 años, Argentina. Es mis tiempos libres soy Tiktoker, YouTuber, y escritora. Me gusta reírme un montón, y el helado. Ah, todos dicen que logré tener mi dorama personal al casarme con un coreano ♥️ Si quieren seguirme en mis redes, no se van a arrepentir 🌸 Tiktok: juliju_couple Instagram: juliju_internationalcouple

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