Rozando la espesura del bosque, con el pantalón sudoroso pegado a sus nalgas, flacas y escurridas, se revolcaba sin cesar, a la vez que se tiraba del pelo, negro y rizado, y gritaba, gritaba con rabia…, se odiaba. “¡¡¡¿Por qué he sido tan tonto?!!!”, se preguntó a sí mismo gritando.
De nuevo, el muchacho se levantó y caminó a cuatro patas igual que un perro en medio de la noche. Luego, como un alma que está a punto de cometer una locura, el joven se acercó al precipicio, y contempló la inmensidad del océano Atlántico. Tomó una bocanada de aire fresco, llenó sus pulmones para inflarse como un globo, y se lanzó al vacío con los ojos totalmente abiertos. La caída se había iniciado en picado, pero él no sentía miedo, ni el corazón le latía con más fuerza, puesto que él ya estaba muerto desde hacía tres días. Su alma vagaba por aquellas tierras sin recordar lo que había pasado. No había nadie para explicarle lo sucedido, solo un coche que se había salido de la carretera, y un cuerpo que no se podía identificar y que seguía sentado al volante, con los sesos pegados al cristal, y todo, absolutamente todo, estaba quemado. La gasolina se había esparcido por todas partes en el momento del accidente, y al parecer el joven iba fumando. Nadie lo echaba de menos, ni reclamaba su cuerpo.
Abrió los ojos antes de estamparse con el agua del océano Atlántico, pero al igual que la noche anterior, no había sentido dolor, no había sentido nada…
María del Pino Gil Rodríguez
Vielen Dank für das Lesen!
Wir können Inkspired kostenlos behalten, indem wir unseren Besuchern Werbung anzeigen. Bitte unterstützen Sie uns, indem Sie den AdBlocker auf die Whitelist setzen oder deaktivieren.
Laden Sie danach die Website neu, um Inkspired weiterhin normal zu verwenden.