Quise escapar, quise gritar pidiendo auxilio, pero jamás pude hacerlo. Él había cortado mis piernas, con su hacha, y con las cuerdas de su guitarra coció mi boca.

La luna roja llamó su atención. Le hizo saber, que el comienzo de la guerra estaba cerca.

Sintió alivio cuando pudo caminar de nuevo sobre sus dos piernas.

—¡Un momento! —exclamó el oficial molesto. —¿Puede repetir lo que dijo? —¡Claro que puedo!, pero usted no me cree —resopló el testigo—. Era un muerto sin cabeza, con pantalón y camisa, tenía las manos en los bolsillos, y me sonreía. —¿Y cómo le sonrió? —el oficial preguntó desconcertado.

No todo lo que nos sucede debe ser para mal, incluso aunque así lo parezca al principio. Hay que encontrar la manera de voltear la tortilla. Yo era una persona... Antes, ya no. Me convertí en algo no deseado. Pero estando en el fondo encontré la manera de hacer el bien. Nadie coloca el punto final a tu historia solo tu. Ser una bruja tiene sus ventajas.

Quise ver de nuevo su sonrisa, pero de pronto recordé que fui yo, la persona que cosió con alambre dulce, sus tiernos labios.

No pasaba ni un día de que esté chico se fuera al bosque a convertirse en un lobo, pues últimamente no podía luchar contra sus problemas y esa era la forma más correcta, según él. Hasta que un martes llegó una chica, corría preocupada; él la detuvo y escondió en un árbol. Esta chica le contó que estaba corriendo de alguien que le hizo mucho daño y él comenzó a escuchar la historia. Después de tantos meses, alguien por fin la escuchaba, y pasaron toda la noche sentados charlando...

Los dos jóvenes se quedaron hablando hasta el amanecer, tan solo bastaron un par de horas para conocer como eran sus vidas. —Debo confesarte algo —dijo ella moviendo sus manos para controlar sus nervios—. Yo... no soy tan humana. Con una palabra puedo cambiar de forma. —¿Lukánthrōpos? —preguntó emocionado. —Sí, ¿cómo lo supiste? Él se limitó a sonreír, cerró los ojos y dijo la palabra para transformarse. Luego de esa noche, se siguieron viendo. Pues, podían ser ellos sin esconderse.

Tras de ella un enorme monstruo de dos cabezas se materializó e Isa echó a correr lo más lejos que sus piernas le permitieron, pero a su alrededor uno tras uno otros monstruos salieron de su escondite para cazarla. Cada que Isa hallaba una salida regresaba al principio y cuando se dio cuenta de que no podría escapar se detuvo a esperar que los monstruos la alcanzaran. La primera mordida la hizo gritar de dolor y entonces despertó.

Cuando todo iba mal, cuando sentía que todo estaba perdido. Él, salía en la noche para dirigirse al bosque. Tan solo necesitaba una palabra para transformarse: «lukánthrōpos» Cada vez que lo hacía, se olvidaba de todo, no era él en ningún sentido. ¿Quién hubiera pensado que esa planta en el bosque causaría ese efecto?

Yo nunca quise cambiarme de ciudad pero, papá fue trasladado, con nuevo cargo y mejor salario. Llegamos al pueblo en horas de la tarde. Mi familia nunca imaginó lo que sucedería en ese lugar, supuestamente pacífico y tranquilo.

Tres días después a la media noche; sonaron las campanas de la iglesia. El ruido era insoportable, me asusté. Por un momento creí que las paredes se caerían. Fui hasta la cocina porque tenía sed. Encontré a mi madre, pero ella me ignoró. Hizo la que no me vio.

Cuando desperté al día siguiente. Un hombre con bata de médico, estaba al lado de mi cama. ¡Qué cosas más extrañas pasan en este pueblo! Dio un respingo para decirme: —¡Ya era hora que despertaras! Han pasado ocho horas de tu deceso.

Consumió mi alma, con las llamas ardientes de su infierno personal.

Estaban en la cúspide de la colina más alta de Villa Maldita. Todas las brujas estaban a punto de ser quemadas en la hoguera, la gente las odiaba por el supuesto mal causado. Pero una de ellas reía sin cesar, era la bruja maldecida, reía y lanzaba hechizos malignos sobre aquellos que la insultaban. Sus manos y pies estaban atados a un enorme árbol, mientras reía sin parar esperando su trágico final.

Los aldeanos de Villa maldita insultaban y escupían a las hechiceras, todos querían verlas pagar por improbables fechorías. La bruja maldecida los miraba con insolencia, sin culpa, desafiante. Entonces miró el rostro de aquella mujer, una joven hechicera, convertida hace muy poco, fue llevada y lanzada a la hoguera, sus alaridos de dolor penetraron con fuerza cada oído, provocando que la sonrisa de la bruja maldecida se esfumara.

La bruja maldecida esperaba su turno, ya había visto morir a las otras brujas. El humo nublaba su vista cada vez que se acercaba a las llamas de la hoguera. Antes de que fuera lanzada al fuego, un hombre apareció ante ellos: —Únete a mí, en la guerra de los maldecidos, y serás salvada—dijo. La bruja pudo ver en aquella alma, el poder del odio y la maldad. Sonrió perversamente y fue liberada al aceptar. La bruja maldecida había tomado una decisión que salvaba su vida y sellaba su destino

Al abrir mis ojos me encontré en una vieja capilla, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero el hambre que sentía me hizo suponer que estuve allí varios siglos. —Veo que no estoy en Italia… —susurré tras levantarme y caminar hasta una ventana de cristales quebrados. Los edificios eran modernos, pero un aura de apatía envolvía la ciudad. La sociedad parecía estar bajo una ley marcial, no había ciudadanos en las calles, solo soldados dedicados a vigilar y patrullar la zona.

Sin perder tiempo, conté el número de hombres cercanos a la capilla. Solo eran dos, los demás estaban muy lejos para preocuparme, cosa que me ayudaría siempre que actuara con prudencia y sigilo. En ese momento mi cuerpo se hizo intangible, mi sangre y carne dieron paso a una espesa niebla carmesí, en esa forma atravesé la ventana sin romperla. Me deslicé docenas de metros, reptando como una serpiente en la oscuridad. Segundos después, logré posicionarme detrás de uno de los incautos soldados.

La niebla se arremolinó hasta que de esta emergió mi cuerpo, luego sujeté al militar incauto y clavé mis colmillos en su cuello. Cuando su compañero llegó, solo encontró una carcasa carente de vida, que alzándose como mi sirviente, lo atacó para segar su vida. Viendo el espectáculo, decidí hacer de ese lugar mi nuevo hogar, aquella villa maldita se volvería mi santuario, el lugar en el que, con el tiempo, un nuevo horror tomaría forma y una oscura leyenda emergería.

—Mi casa está vacía desde que huyó —¿De verdad piensas eso? —Sí, extraño sus ladridos.

Soy otra. Ya no soy la que un día fui... Cambié para siempre. En contra de mi voluntad me transformaron el algo siniestro, malvado. ¿Habrá sido para bien? No lo creo. Dudo que este haya sido mi destino. Pero las probabilidades jugaron en mi contra, así que tengo que aceptar lo que la vida me ha dado. Aceptar lo que ahora soy... Una bruja.

—Pide un deseo, y te lo concederé. —¡Muérete!

Por... si alguna extraña razón, se te ocurre ser feliz. Recuerda que mi muerte quedará en tu memoria.

Amanecía en Villa Maldita con un reguero de cadáveres abandonados en ambas márgenes del Río Maldito. Todos eran comunes, humanos corrientes procedentes de aldeas aledañas en las que solían sembrar el terror frecuentemente. Pero había algo extraordinario en ellos, la marca de la bruja estaba presente en ellos, pero no como un maleficio, sino emanando aquella esencia de sus entrañas, de su fría sangre paralizada por la muerte. Como si fueran híbridos de sangre impostada.

No resultó difícil seguir la huella mágica que desprendían los cadáveres, llevándole a la guarida de la bruja Winchester, conocida en el pueblo por sus hechizos antinatura. Era de noche y de su vivienda aún irradiaba luz. Sólo necesitó asomarse para presenciar como una mujer común moría de forma súbita mientras recibía una transfusión mágica de la sangre de la bruja. Su débil cuerpo no pudo soportarlo.

No pudo hacer nada por la inerte muchacha e increpó a la bruja por sus artes malditas. Pero ésta le observaba con una sonrisa perturbadora, como si él se tratase de una mercancía. —Tú no eres un común, ¿verdad? Tú eres un híbrido —comenzó a decir disfrutando de cada palabra—. Un cuerpo como el tuyo podría soportar mi sangre. Despídete de tu libertad porque a partir de ahora me pertenecerás. Tras un toque de su varita, perdí el conocimiento, quedando completamente a su merced.

La hoja del frondoso árbol, en aquel bosque tan misterioso, cayó al suelo, porque ya no era verde sino seca, como su vida. Nota: Inspiración después de leer un capítulo de NEREA de Janvev.

El tiempo estaba detenido en las tierras lejanas, olvidadas, solo siendo conocidas por mitos y leyendas de ciudades y reinados. Ivar caminaba directo a la aldea con una enorme jabalí sobre los hombros, proveniente de los bosques oscuros, los niños corrían al encuentro del gran guerrero, que llegaba junto a sus soldados. Los niños sonrientes, pero con carencia de alguna sonrisa en su mirada corrían a su encuentro...

Los susurros de la noche sin luna, le advertían acerca de las criaturas de la oscuridad, que reclamarían su alma llena de luz.

—¿¡Muerdes a la gente, les quitas la sangre y luego las dejas ahí tiradas?! —La humana parecía asustada. —¡Claro que no! —El vampiro se sentía indignado—. Hay otras formas y de eso quiero hablar contigo. Necesito un voluntario.

—¿Quién te crees? Antes de que me lo pidas, mi respuesta es no. No te voy a dar mi sangre. —La chica se levantó y comenzó a caminar, ofendida. De pronto, furioso y con un movimiento rápido el vampiro le bloqueó el camino y la tomó fuerte de los hombros. Ella perdió el aliento.

—¿Quién me creo yo? ¡¿Quién rayos te crees tú?! No quiero que me des TU sangre. La humana se quedó pasmada. —Perdón por mi reacción. —Ahora estaba más calmado—. Me gusta el olor de tu hermano. Quiero pedirte que me ayudes a convencerlo.

Aquel experimento genético que fue creado para ayudar al ser humano, pero como todo lo bueno, termina siendo usado para la guerra. Terminó enamorándose. El Lobo fue preparado para un entorno de odio y peligro; nunca se le enseñó cómo actuar en un ambiente de calma y cariño. Él era un Lobo Gris y ella una Loba Ártica. Eran dos especies completamente distintas, de dos manadas distintas. Él estaba en el ejército, ella Marine, y se conociero al encontrar el aroma del otro en el campo de batalla.

Sus manadas no aporbaban su amor. era, de distintas especies, a pesar de estar en las mismas fuerzas armadas. Eso a la pareja no le importó. Solo siguieron amándose. Un enfrentamiento entre los hermanos de él y las hermanas de ella se avecinaba, y cuando llegó, la violencia tomó como víctima, como daño colateral a la pareja de aquel joven Lobo. El joven, al ver lo que causó aquel odio sin razones, se arrodilló, lloró y le ahuyó a la luna, la cual se tiñó de rojo por la sangre de su amada.

Aquel lugar apestaba a muerto, fue en lo primero en lo que Isa pensó. Sus amigos le propusieron visitar la Casa Encantada por Halloween pero no pensó que se sentiría tan real. En la puerta de entrada se leía "Villa Maldita". El lugar era inmenso y tenebroso, estaba rodeado de bosque y las casas cubierta de moho. Todo era silencio e Isa no vio a nadie en el camino. Sintió miedo y cuando volteó para compartir sus pensamientos con sus amigos estos habían desaparecido.

Isa llevaba mucho tiempo vagando por el lugar y el miedo solo había aumentado, el silencio había sido transformado por extraños sonidos. Isa avanzó por un sendero de piedras temblorosas y cuando elevó la mirada vio a un cuervo que la miraba desde un árbol. Bajo sus pies se escuchó un crujido y al bajar la mirada notó que acaba de romper una de las piedras y esta ahora tenía la forma de huesos humanos. Ella sintió una respiración en su nuca y luego se escuchó un fuerte gruñido.

Se fueron conociendo por los aromas que iban dejando en lugares, hasta que por fin se conocieron en persona. Él era su tipo: cabello corto y negro, ojos del mismo color, metro ochenta y cinco, fornido Ella era su tipo: pelirroja, con el cabello largo acomodado en una coleta por el frente del hombro, ojos negros, metro y medio de altura, con curvas. Su amor sentimental al instante pasó a un amor en la cama, mientras ambos se conocían aún más, en el placer y la calentura del sexo entre amantes.

—Karl, por favor, dígale al señor Alfred que lo esperar 3 en el sótano —dije. —Sí Madame —se acerca aún más—. ¿Lo presentará ante las demás? —Lo haré, ellas quieren conocer a un completo Alfred. Karl abandona el sótano y sube las escaleras hasta llegar al cuarto del joven Alfred. —Madame lo solicita en el sótano. —¿Le dijo para qué? —No. —En un momento bajo. La pequeña llama de la vela se desvanecía cada vez más. Sólo habían pasado cuarenta minutos del último rito que realizó.

—¿Me necesitas? —me preguntó al pararse a mi lado. —Sí Alfred, ven conmigo —lo tomo de la mano y lo hago sentar frente a las muñecas. —¿Hoy es el día? —preguntó ensimismado. —Sí. Noté cómo mis muñecas aún conseguían ese sentimiento en él. Antes de empezar lo miré y luego apagué las luces. Todo quedó en la oscuridad y los murmullos que había dejado de oír desde que lo convertí en mi fiel compañero volvieron a aparecer.

—Ellas te quieren conocer, saben que quien las acompaña no eres tú por completo. —Yo también las quiero conocer —me mira y luego a ellas—, pero si después quieren que me quedé con ellas y no contigo. —Eso no pasará. Abrí nuevamente mi boca y las prendas que lleva se agrandaron. Pronuncié unas palabras de bienvenida y todos estábamos en un mismo sitio con una vela en medio del sótano. —Bienvenido amo Alfred —dijeron todas las muñecas. —En las próximas noches empezaremos con nuestra cacería —dije.