Todos amamos los finales felices, pero en la realidad no existe ninguno. Nuestro final siempre esta vestido de muerte.

Y yo me había dado cuenta que ya no confiamos el uno al otro, que ya no te miraba con amor y que todo lo que hablabamos eran realidades a medias. Me había dado cuenta que ya no importaba cuantas oportunidades podía darte, pues yo no era lo que buscabas ni tu eras lo que necesitaba.

Estaba cansada de las noticias sobre la guerra. No paraban de repetirlo en televisión y su familia estaba cada vez más asustada, pero no le importaba. Solo quería estar tranquila, apagó la televisión y se dirigió al salón. Ya allí, se asomó en la ventana para respirar aire fresco, la brisa era suave y el día muy tranquilo. Primero se escuchó un estruendo, luego, una luz que deslumbró su cara y, en ese mismo instante sintió un calor abrasador, que apagó el cielo y en segundos, su vida.

—Lo siento, tú no eres mi caballero. —Yo tampoco estaba buscando a una princesa.

...haz que valga toda la esperanza...